Señora y Niña mía, Madre del verdadero Dios por quien se vive y Madre nuestra, Patrona de América
Ante ti, nosotros, de todos los rincones del continente, hermanados caminando hacia la misma meta – Dios Padre – deseamos orar unidos contigo, bajo tu mirada, para quedar reflejados en tus ojos como San Juan Diego, y con él, todos los que encuentran en ti su amparo y consuelo.
Te encomendamos este proyecto de la Iglesia, consagrado a ti que te ha sentido siempre su Patrona. Traemos ante ti nuestro esfuerzo, el camino recorrido, nuestras esperanzas y sobre todo nuestros corazones, ¡pues nos mueve el llamado de tu Hijo a ser misioneros de la nueva cultura, para llevar al mundo, con los medios informáticos, todo lo que Jesús nos ha enseñado!
Tu rostro mestizo proclama la cercanía de Dios con nosotros; canta tu ternura maternal para con los necesitados; nos invita a llevar el Evangelio de la Esperanza y la Vida hasta los confines del Continente.
«Mi Niña, Hija mía la más pequeña», intercede por nosotros para que seamos fíeles a Cristo y a su Iglesia. Recibe en tus manos de Madre la RIIAL para que, siempre unida, forme una red, como aquella con la que Cristo mandó a sus discípulos a ser «pescadores de hombres». ¡Bendice nuestras manos y nuestras inteligencias para que, dóciles al Espíritu Santo, hagamos la Nueva Evangelización con métodos nuevos y renovado ardor!
Queremos ser dóciles a tu palabra y «hacer todo lo que Él nos diga» en esta América grande, rica y pobre a la vez; queremos escuchar tus palabras para que la dificultad no nos venza y la esperanza nos anime; ilumina nuestro corazón y repite una vez más:
«¿NO ESTOY YO AQUÍ, QUE SOY TU MADRE? ¿NO ESTAS ACASO BAJO MI SOMBRA Y RESGUARDO? ¿NO SOY YO LA FUENTE DE TU ALEGRÍA? ¿NO ESTAS EN EL HUECO DE MI MANTO, EN EL CRUCE DE MIS BRAZOS?»
Amén.