Mons. Gregorio Rosa Chávez, es amigo de nuestra Red, desde hace dos décadas acompaña la RIIAL, desde su vocación de comunicador y periodista.
El Papa Francisco lo ha nombrado Cardenal y en esta ocasión reproducimos un despacho que el Departamento Comunicación y Prensa CELAM emitió en ocasión de su 36 Asamblea General, en El Salvador.
Este 28 de junio día de la Cátedra de San Pedro, el Papa Francisco celebrará consistorio, nombrando a 5 cardenales procedentes de Mali, España, Suecia, Laos y el Salvador. La Iglesia y todo el pueblo salvadoreño aplaudieron y con ellos todo el continente latinoamericano, al haber escuchado, Gregorio Rosa Chávez, el nombre del obispo auxiliar de la misma que fuera, “la Arquidiócesis de Romero”.
Gregorio Rosa Chávez ha sido auxiliar de San Salvador por 35 años. Fue consagrado y nombrado obispo por el Papa Juan Pablo II, dos años después del martirio de Romero, pasando de esa manera a ser auxiliar de Monseñor Arturo Rivera y Damas sucesor directo del Arzobispo mártir.
Este 11 de mayo junto a la tumba del Beato en la cripta de la Catedral: un ambón, unos arreglos florales y un micrófono. La Voz de Rosa Chávez resonaba en el interior. Los Obispos de los organismos del Celam, secretarios ejecutivos, obispos presidentes de las Conferencias del episcopado de cada país de toda América Latina y El Caribe, así como los obispos llegados de Canadá y Estados Unidos escuchaban la intervención testimonial del obispo auxiliar.
Gregorio Rosa Chávez recordaba el aire fresco que significó el Concilio Vaticano II y la alegría que produjo en América Latina. Recordó como de allí brotó, como de una fuente la “opción preferencial de la Conferencia de Medellín en 1968 y la de Puebla en 1978, para mencionar las que más resonaron de aquella época. Romero no solo fue parte de aquellos acontecimientos de Iglesia, sino que los hizo vida en su “sentir con la Iglesia”. Los hizo vida asumiéndolos como el llamado del Espíritu en aquel momento de la historia, en favor de los pueblos pobres y sufridos, tal como lo hizo Don Elder Cámara de Brasil, Monseñor Leonidas Proaño en Ecuador, Enrique Angelelli en Argentina, el Padre Hermógenes López y el Obispo Juan Gerardi en Guatemala; y otros tantos en el sur del continente, en México y el resto de Centroamérica.
Siguiendo el “diario de Romero”, Gregorio Rosa Chávez explicó como el obispo ahora Beato, se configuró con Cristo hasta el punto de mezclar su sangre con la de su Señor Jesús en el altar del sacrificio a la hora de la consagración. Así fue concluyendo el Obispo Auxiliar aquella conferencia solicitada por el CELAM: “¿qué dice Romero a los obispos de la Iglesia de América Latina hoy?”.
Obispos de América vestidos de rojo.
El testimonio de Romero había tocado hondamente los corazones. La ropa de diario y los ornamentos con los que celebró la misa de su pascua en el Señor, guardada del día de su martirio y que conservan la sangre derramada, hablan por sí solas. Ya la conferencia de Rosa Chávez había terminado. La Arquidiócesis había preparado mitras blancas y casullas rojas con estolas del mismo color, para la misa concelebrada por los 100 años del nacimiento del Obispo Beato. A esa misa también asistió el Nuncio Apostólico de esa nación salvadoreña.
Al inicio de la misa los obispos se tomaban fotos en grupos, había un ambiente de amistad y de una sana alegría, tomando en cuenta el sentido de la celebración.
El incienso era abundante en el altar del sacrificio de Cristo, los cantos de la misa eran melodiosos y la tonada firme. Resonaron algunos de los cantos de cuando Romero presidia la misa en esa misma Catedral, dando esperanza y acompañando al pueblo sufrido que tanto amaba.
La homilía del Arzobispo Luis Alas describió la consonancia del “sentir de Oscar Romero con la Iglesia” y su extrema opción de vivir a profundidad el Evangelio.
Después de la beatificación de Monseñor Romero que tuvo como acto central la Santa Misa celebrada en la plaza “Salvador del mundo”, de la capital salvadoreña, asistida según los medios por más de 300 mil personas, el acto más importante de la Iglesia ha sido la realización de la 36a Asamblea del CELAM que también convocó a la Iglesia de Estados Unidos y Canadá. No se puede medir el inmenso bien que con la presencia de delegaciones de obispos del continente produjo a la nación, al pueblo y al país salvadoreño.
Queda este hecho para los anales históricos del CELAM, queda grabado en la memoria histórica, queda guardado en el corazón de todos para la reconciliación. Pero sobre todo queda para la dignificación de las víctimas, esta experiencia de Dios que se vivió desde el corazón abierto lleno de amor de Oscar Romero. Queda como herencia, ese invaluable aporte a la consolidación de la paz y reconciliación de El Salvador. Sobre todo queda imborrable, el bien invaluable que desde el corazón del Evangelio se ha hecho con la presencia, la cercanía, la ternura, la oración y reconocimiento al pueblo golpeado, torturado y herido, pero siempre valiente y lleno de fe de El Salvador. ¡¡ Alabado sea Jesucristo!!