(catholic-link.com).-«Belleza», ya sea que lo hagamos de manera consciente o inconsciente, todos tenemos referentes. Modelos que tratamos de imitar, o también estereotipos de los que tratamos de alejarnos. Nadie es indiferente a su contexto, a su entorno social, a sus circunstancias.
El aumento de la conectividad —gracias a las redes sociales— hace que nuestros contextos se amplíen. Y así, podemos tener referentes que tal vez no se encuentran inmediatamente en nuestro entorno. Pero que terminan influyendo en lo que nosotros mismos queremos llegar a ser.
En las redes sociales, se da una gran importancia a la imagen. Uno puede proyectar la imagen que quiera de sí mismo. Así, muchas personas que son tenidas como referentes optan por construir una imagen que subraya su atractivo sexual.
Estos estereotipos se instalan, y puede que no pocos se vean arrastrados a pensar que el criterio que define su propio valor —al menos en las redes— es cuánto uno atrae sexualmente. Y si uno no es sexualmente atractivo, vale poco. Al respecto, algunas reflexiones.
1. Valgo por ser quien soy
¿Me considero una persona valiosa? ¿Qué es aquello que me da valor? Se trata de preguntas muy personales. De hecho, uno puede tratar de afirmar su valor en distintas cosas: su apariencia física, su talento para los deportes, su habilidad para los estudios, su carisma para hablar en público, etc.
Algunas de estas cosas me permiten descubrirme valioso incluso en los momentos de soledad. Otras requieren necesariamente de la aceptación de los otros. Es lo que ocurre con las redes sociales.
¿Qué hay de malo en querer tener muchos seguidores? Nada. ¿Qué hay de malo en querer que mis fotos tengan millones de likes? Nada. El problema se da cuando afirmo mi valor personal en la aceptación que tengo en las redes, que es algo que depende exclusivamente de cómo me ven los demás.
Y en esa búsqueda de ser aceptado, corro el riesgo de que no me anime a mostrarme como soy en realidad. Subo lo que los otros quieren ver. Digo lo que los otros quieren escuchar. Comento lo que los otros quieren leer. Vivo para los otros, haciéndome esclavo de la opinión de los demás.
Personalmente, yo prefiero la libertad. La libertad de poder mostrarme como quiero ante los demás. La libertad de poder decir lo que realmente pienso, y de escribir lo que creo que es importante, más allá de que le caiga bien —o no— a los demás.
Y esto es gracias a la libertad interior que me da el saberme y sentirme valioso por el solo hecho de existir. Es aquí donde todos estamos llamados a afirmar nuestro valor. No valgo por cómo me veo, por lo que digo o por lo que subo a las redes. Valgo porque existo. Y esto es algo que no cambia más allá de cómo me vea, de lo que diga, o de lo que piensen los demás.
2. Mi valor no depende de mi atractivo sexual
Tratando de aclarar un poco los términos, el atractivo sexual no se identifica con la belleza física. Una persona puede ser físicamente muy bella, y no necesariamente ser atractiva sexualmente. Esto es así porque el atractivo sexual supone una intencionalidad al momento de mostrarse ante los demás.
Supone la intención de mostrarse de una forma tal que despierte en otros el deseo sexual. Y esto no se identifica con la belleza. El atractivo sexual busca poner de relieve el cuerpo, presentándolo sobre todo como un potencial objeto de placer. Se pone tanto de relieve el cuerpo, que se termina eclipsando el valor total de la persona.
La persona es valiosa por su cuerpo, sí, pero no solo por su cuerpo. Sin duda el cuerpo puede sumar, pero el valor de mi persona no se agota en mi cuerpo. De hecho, puedo ser una persona muy valiosa y no necesariamente ser tan atractiva físicamente. Y esto no me hace ser menos.
3. Soy una persona bella
La belleza supone mirar al ser humano de manera integral. No implica negar el atractivo que pueda tener el cuerpo, pero tampoco se reduce solamente a él. Una persona es bella por sus acciones, por sus intenciones, por su alegría, por la paz que transmite con su mirada, por el empeño que pone para ayudar a los demás.
Hay una belleza física, pero esta no se identifica con el atractivo sexual. Porque una persona puede mostrar su belleza física sin necesidad de presentarse como un potencial objeto de placer.
Pero incluso en el caso de alguien que tenga un gran atractivo físico, su belleza en cuanto persona abarca mucho más. De hecho, de poco le sirve a uno cultivar su belleza física si no cultiva también la belleza de su interioridad.
Y esta belleza interior la podemos tener todos. Como se dijo más arriba, en las redes sociales hay una fuerte primacía de la imagen. Aquí me toca hacer un discernimiento. ¿Qué voy a subir?, ¿cómo me voy a mostrar?, ¿qué belleza quiero presentar?
El ser humano es una unidad de cuerpo y alma, de forma tal que, a través de los gestos del cuerpo, se puede mostrar la belleza de la interioridad. Somos personas bellas, y esto es algo que todos estamos llamados a manifestar. También en las redes.
Nuestro autor también tiene un blog llamado www.amafuerte.com donde puedes encontrar más contenidos sobre este tema.