Internet y las herramientas digitales nos han ayudado mucho durante este confinamiento.
(es.aleteia.org).-Una amiga, que conoce mi visión un poco crítica de Internet y las tecnologías digitales, me preguntó el otro día, con un punto de ironía:
– Ahora que estamos confinados, ¿has dejado de lado tus críticas y te has hecho un poco más amigo de la tecnología?
Touché. La pregunta es muy oportuna: es indudable que gracias a Internet hemos podido sobrellevar mucho mejor los largos días que confinamiento que hemos padecido.
Gracias a Internet hemos podido mantener nuestras relaciones personales a través de todo tipo de herramientas fabulosas – Whatsapp, Zoom, Hangouts y tantas otras-, compartiendo alegrías, penas, temores y esperanzas.
Gracias a la tecnología digital muchos hemos podido seguir trabajando, si no al 100%, al menos a un ritmo relativamente satisfactorio.
Gracias a Youtube muchas personas han podido mantener su práctica religiosa, asistiendo a través de retransmisiones a ceremonias religiosas en la Plaza de San Pedro, Fátima o Medjugorje. Otros –a través de Zoom u otras herramientas- han rezado en rosario en familia o comunidad.
Gracias a plataformas de Internet como Netflix o HBO, a falta de opciones de ocio fuera de casa, hemos podido disfrutar de películas o series entretenidas.
Gracias a Amazon hemos podido adquirir muchísimas cosas sin salir de casa ni ponernos en riesgo.
Conozco personas que se han divertido juntas a través de distintas plataformas, organizando competiciones, yincanas, canciones corales o concursos de disfraces. Sé de gente que ha llegado a contratar “canguros” online para poder trabajar con cierta tranquilidad mientras amigos o sobrinos entretenían un rato a sus niños delante de la pantalla, con todo tipo de concursos y actuaciones.
Y la lista podría seguir interminablemente.
En fin, que gracias a Internet y a algunas de sus fantásticas herramientas, estos días hemos podido seguir cultivando y desarrollando lo más valioso de nuestra humanidad.
A la vista de todo esto… ¿qué le respondería a mi amiga? ¿Ha mejorado mi visión de Internet y la tecnología? Pues bien, la respuesta es… sí y no.
En parte sí que ha mejorado, por una razón. Obligados a utilizar la tecnología para relacionarnos, hemos tenido que hacer un esfuerzo de alfabetización digital y originalidad, para explorar cómo podemos utilizar nuestras herramientas digitales al servicio del contacto personal con los demás. Pienso que en estas semanas de confinamiento hemos usado la tecnología digital mucho mejor de lo que solemos, poniéndola al servicio de nuestras relaciones personales y de la eficacia en el trabajo.
Ahora bien, como soy un poco cabezota, en parte mi visión sobre Internet se ha mantenido algo escéptica. De hecho, creo que la cuarentena ha ayudado a apagar un poco el entusiasmo de muchos tecnófilos. Tras varias semanas reduciendo nuestras relaciones y experiencias a las que podemos tener a través de una pantalla, ha quedado claro que las mismas no pueden equipararse a las relaciones y experiencias presenciales, de carne y hueso. Todos estamos deseando salir a la calle a dar un paseo, abrazar a un amigo, compartir una merienda con los abuelos, mirar un paisaje bonito mientras cae la tarde. Hasta los estudiantes -¡quién lo diría- echan de menos el colegio. Y muchos profesores echamos de menos a nuestros alumnos.
Creo que estos cuarenta días en casa nos han demostrado que muchas de las relaciones y experiencias que podemos tener a través de Internet solo alcanzan a ser un sucedáneo de las presenciales. Como no puedo dar un beso a mi hijo, le mando un whatsapp; como no puedo ir a ver a mi abuela, la llamo por Skype; como no puedo asistir a una clase, asisto a una conferencia en Youtube; si no puedo pasear por la playa, veo un documental de La 2.
El hecho de poder contar con estos sucedáneos es fantástico, ya que nos permite sustituir la realidad presencial cuando la misma es imposible o desaconsejable. Que es lo que nos ha pasado durante las últimas semanas.
Mi preocupación con la tecnología digital es que nos ofrece sucedáneos tan atractivos y maravillosos que, obnubilados con los mismos, en circunstancias menos extraordinarias que las actuales podemos llegar a olvidar que las experiencias presenciales son todavía mejores. El brillo del sucedáneo puede terminar eclipsando la realidad que pretende reforzar o complementar.
Concluyo. Esta cuarentena, hasta cierto punto, me ha abierto los ojos sobre las maravillas de la tecnología y de Internet. Pero, sobre todo, me han confirmado en la sospecha de que todavía es mucho más maravillosa la vida presencial.
Ojalá esta cuarentena nos grabe a fuego que los fabulosos sucedáneos que Internet nos ofrece –tan necesarios y útiles- nunca deberían sustituir la belleza de las relaciones presenciales, de carne y hueso, con sus pétalos y sus espinas. Porque no hay emoticono capaz de expresar lo que vamos a sentir cuando podamos volver a dar una caricia o achuchón a un nieto, a una novia o a una madre, cuando después de esta larga tormenta podamos volver a verles.