(revistaecclesia.com).-El carmelita descalzo fray Abel de Jesús aborda en su última pieza audiovisual algunas de las claves presentes en su libro recién publicado Internet y la vida contemplativa.
La obra, ganadora del III Premio de Ensayo Teológico Joven de la editorial PPC, trata precisamente de ahondar en cuestiones como: ¿Puede el contemplativo ser habitante del continente digital? ¿Está beneficiando a los monasterios o casas religiosas la praxis actual en relación con el uso de los medios de comunicación en internet? ¿Qué incidencia tienen en la vida contemplativa las nuevas patologías asociadas a un uso indiscriminado de internet especialmente entre los jóvenes?
El objetivo de esta publicación no es otro que ayudar a discernir, especial aunque no exclusivamente, a los acompañantes de los nativos digitales que quieren abrazar la vida contemplativa en su plenitud y, en definitiva, a cualquier persona que se tome en serio la dimensión contemplativa de su espiritualidad.
A lo largo del vídeo, fray Abel de Jesús expone la cantidad de expertos (psicólogos, ingenieros, programadores, sociólogos) que trabajan para «modificar nuestra capacidad de autorregulación para que no seamos dueños de nosotros mismos». Para él, los obstáculos que pone internet para fortalecer nuestra vida contemplativa, no son salvables ni dependen de nuestra fuerza de voluntad. A su juicio, es imprescindible saber «qué está haciendo internet con nosotros».
«Internet ha copado todas las parte sagradas de nuestra santa existencia»
En este vídeo, el carmelita youtuber cuenta su primer rechazo a todo el ámbito online. Fue en su procesión cuando percibió que Dios le llamaba a la evangelización del continente digital, a pesar de que él al principio se mostraba reacio a todo lo que tuviera que ver con las redes sociales en la vida religiosa. «Ahora estoy en un término medio. Ni abstemio digital ni loco de la vida con internet».
Fray Abel de Jesús trata de vivir su jornada parcelando el tiempo que le dedica a navegar por la red con el fin de mantener un sano y sagrado silencio en el resto de ámbitos de su día a día. «No estoy dispuesto a que la sobreestimulación de internet me acompañe, como una sombra, a todos los sitios».