Innovación social, sostenibilidad, religión y espiritualidad, guerra y armas, robótica, sanidad, desarrollo económico, modelos educativos: ningún ámbito está exento de las consecuencias de la Inteligencia Artificial. Se discute en el Festival Ética de Roma del 6 al 8 de mayo. No es una cuestión de moralidad, sino del sentido de lo humano frente a perspectivas como la llamada «mejora humana» o «mejora humana», explica el filósofo Sebastiano Maffettone
(vaticannews.va/it).-Organizado por Ethos, el Observatorio de Ética Pública de la Escuela de Negocios Luiss, y por la Fondazione Musica per Roma, el festival «Vite Digitale» -programado del 6 al 8 de mayo en el Auditorium Parco della Musica Ennio Morricone de Roma- tiene como ‘objetivo debatir las consecuencias sociales, políticas, morales de la llamada Inteligencia Artificial. Entre los oradores de la primera sesión, el presidente de la Academia Pontificia para la Vida, el arzobispo Vincenzo Paglia.
Un panel de alto nivel
Los participantes en las distintas mesas redondas fueron muchos y variados en términos de habilidades. Sólo por nombrar algunos: desde Derrik de Kherckhove, sociólogo entre los principales expertos mundiales en medios de comunicación, hasta Giuliano Amato, presidente de la Corte Constitucional; de Casper Klynge, vicepresidente de Microsoft, a Mario Rasetti, profesor emérito de física teórica; de Paola Severino, exministra de Justicia de Italia, a Pietro Labriola, diseñador e historiador estadounidense. Desde Luigi Nicolais, académico y político expresidente del Consejo Nacional de Investigación (Cnr), hasta Guglielmo Tamburrini, profesor titular de Lógica y Filosofía de la Ciencia.
Los desafíos están calientes
La relación entre Ética e Inteligencia Artificial se expresa en referencia a muchas cuestiones fundamentales para el hombre y la sociedad actual. De los muchos temas, pero también del peso que la guerra de Ucrania puede tener en el debate, hablamos con el filósofo Sebastiano Maffettone, director del Ethos:
Maffettone subraya ante todo que lo que está pasando en Ucrania ciertamente tiene un peso porque “pesa” en el corazón de todos, incluso de todos los participantes. El punto es entender que más allá de la lamentablemente vieja tragedia de los conflictos, y mientras ocurren tragedias como la de Ucrania y más allá, existen desafíos inquietantes. Recuérdese que el contexto histórico con los grandes cambios digitales nos lleva a hablar de post humano o transhumano, identificando escenarios en los que el hombre de alguna manera -Maffettone pone el ejemplo de los microchips en el cerebro pero también de aspectos más sutiles- delega facultades a la tecnología. Maffettone despeja el campo de la hipótesis de que en el festival queremos hablar desde el punto de vista de la «moralidad». Esto no es lo que es, explica el filósofo. Se trata más bien de comprender las implicaciones de lo que cada vez más se percibe como un riesgo muy fuerte: que la persona renuncie al sentido crítico de las diversas tecnologías. Significa ser usuarios pasivos -afirma el filósofo-, pero también significa, y es mucho más grave, dejar que la tecnología impregne la persona y su vida tanto como para convertirse en protagonista precisamente en términos de elecciones y posibles horizontes de elección. Un ejemplo es lo que Maffettone define como la Babel de los mensajes extremistas y radicales que hace estragos en internet y en las redes sociales, pero otro ejemplo es también la omnipresencia de los algoritmos que acaban determinando las elecciones.
Muchas variaciones posibles en la vida real.
En palabras de Maffettone queda claro cómo la cuestión decae, y debe declinar, en muchos ámbitos: innovación social, sostenibilidad, religión y espiritualidad, guerra y armas, robótica, salud, desarrollo económico, nuevos modelos educativos, el llamado ser humano mejora, que -explica- indica precisamente esa especie de «refuerzo» del potencial del hombre que se está discutiendo en relación con la llamada inteligencia artificial. Por no hablar -añade el filósofo- del campo de la creación artística. Las inteligencias artificiales (IA) están adquiriendo cada vez más capacidades predictivas y un papel protagónico en muchos ámbitos de la vida en la era digital -reitera-, enfrentándonos a cuestiones éticas siempre nuevas. El debate sobre reglas o principios es sólo un aspecto. Al respecto Maffettone argumenta sobre el “humanismo”, explicando que es una expresión que, frente al término humanismo, ofrece una mejor idea de no poder asentarse en una tradición del pasado, como la gloriosa del Humanismo. entre los siglos XV y XVI, sino de tener que inventar una nueva forma de especulación sobre los asuntos humanos y los desafíos culturales que descansa sobre ese bagaje pero que también está a la altura de los impactantes cambios de época que estamos viviendo. Además, Maffettone hace una aclaración: humanismo es un término utilizado en el siglo pasado con un significado demasiado ligado al prototipo de hombre blanco, etc. Debe ser liberada -dice- de connotaciones impropias y limitantes y debe ser comprendida para toda persona, hombre, mujer, de cualquier color de piel u otro. Pero -añade- este término, como otros posibles, debe servir para razonar en defensa de lo más propiamente humano en la dimensión de la vida.
Ni prejuicio ni sujeción a la tecnología
Sin demonización: Maffettone reitera que no hay prejuicios hacia la tecnología: hoy máquinas basadas en algoritmos son capaces de hacer diagnósticos médicos con un porcentaje de precisión que en algunos casos supera al de un médico. Pero el punto es no renunciar a lo humano. Y pone un ejemplo concreto: internet ha abierto el camino a las plataformas digitales que gestionan el trabajo pero hemos llegado a la paradoja -recuerda- de que en virtud de la despersonalización entre empleador y empleado, la fragmentación de funciones, se reparte una ganancia entre dos. tercios a la plataforma y por menos de un tercio al trabajador, con la consecuencia de acentuar las ya graves desigualdades sociales.