(religionenlibertad.com).-De 1609 a 1769 los jesuitas levantaron más de 30 «reducciones» o misiones con hasta 85.000 habitantes en lo que actualmente es zona fronteriza entre Brasil, Paraguay y Argentina. Fue una nueva sociedad cristiana, llena de vida y originalidad, que buscaba una utopía con Dios, y logró prosperidad económica y social hasta que los jesuitas fueron expulsados.
Ahora, la fundación Tierra Sin Mal convoca el III Congreso Internacional Virtual de Misiones Jesuíticas Guaraníes que se desarrollará del 19 al 21 de octubre.
Las dos anteriores citas de este Congreso a través de Internet atrajeron a unas 5.000 personas, lo que demuestra el interés por esta aventura misionera y la cultura que forjó.
Esta edición la inaugurará el anterior provincial de la Compañía de Jesús en Paraguay, el padre Alberto Luna Pastore SJ. Tratará temas como:
– la imaginería artística de las misiones,
– la historia de misiones concretas,
– las primeras imprentas,
– la cartografía o la construcción naval.
El congreso cuenta con una veintena de conferenciantes de diversos países.
Tierra Sin Mal, la fundación que promueve el congreso, se fundó precisamente con el objetivo de rescatar, preservar y transmitir los valores culturales de la región.
Los pueblos guaraníes, en su época nómada, buscaban un lugar mítico del que hablaban sus leyendas, la «Tierra Sin Mal». Los jesuitas, con sus asentamientos, les ayudaron a construir ese lugar que debía llevarles al Cielo con Dios.
La fundación cuenta con un importante archivo fotográfico y fílmico de las Misiones Jesuítico-Guaraníes, una colección arqueológica de piezas de la prehistoria de Corrientes y de la Mesopotamia Argentina y un repositorio documental y museológico que brinda información a investigaciones sobre historia y ciencias sociales.
Una sociedad utópica… que funcionaba bien
Los jesuitas querían crear nuevas sociedades virtuosas sólo con indios, lejos del mal ejemplo de las ciudades novohispanas y de los abusos de encomenderos.
Descubrieron que los guaraníes expresaban su espiritualidad sobre todo con la música y la danza, así que se volcaron en evangelizar usando la música. «Son músicos por naturaleza, aprenden a tocar con sorprendente facilidad», escribía el padre Antonio Sepp.
El gobierno de cada reducción contaba con al menos dos padres jesuitas y un cabildo de líderes indígenas. Las comunidades cristianizadas vivían volcadas en la iglesia, los talleres de trabajo y la escuela. Contaban con hospital, casa para viudas y huérfanos, agua corriente…
En las misiones se mantuvo la estructura de familia extensa, con muchos primos y sobrinos. Cuando los misioneros empezaban su evangelización, dejaban pasar dos años antes de predicar la monogamia y otros temas ligados al sexo, porque sólo después de haber caminado un tiempo en la fe podía eliminarse la poligamia.
Con todo, en los territorios adyacentes siempre hubo tribus que se mantuvieron salvajes, guiadas por brujos y caudillos. Un brujo fue el que torturó hasta la muerte al primer santo paraguayo, San Roque González de Santa Cruz.
Con el tiempo, la élite ilustrada liberal en Portugal y España, muy hostil a los jesuitas y muy centralista, presionó a los reyes y al Papa para acabar con «ese Estado dentro del Estado» que era la «república jesuita». Los religiosos fueron expulsados en 1769 y las misiones murieron.
Para inscribirse en el congreso aquí.
En el vídeo, una de las ponencias de la II edición del Congreso. Hay más en el canal YouTube de Tierra Sin Mal.