Se ha publicado el Informe de Síntesis al final de la XVI Asamblea General sobre la sinodalidad. De cara a la segunda sesión de 2024, se ofrecen reflexiones y propuestas sobre temas como el papel de las mujeres y los laicos, el ministerio de los obispos, el sacerdocio y el diaconado, la importancia de los pobres y los migrantes, la misión digital, el ecumenismo y el abuso
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Salvatore Cernuzio – Ciudad del Vaticano
Mujeres y laicos, sacerdocio y diaconado, ministerio y magisterio, paz y clima, pobres y migrantes, ecumenismo e identidad, nuevos lenguajes y estructuras renovadas, misiones antiguas y nuevas (incluidas las digitales), escuchar a todos y profundizar -no superficialmente- en todo, incluso en los temas más «controvertidos». Hay una mirada renovada sobre el mundo y la Iglesia y sus exigencias en el Informe de Síntesis aprobado y publicado hoy por la XVI Asamblea General del Sínodo sobre la Sinodalidad. Después de cuatro semanas de trabajo, que comenzaron el 4 de octubre en el Aula Pablo VI, el evento eclesial concluye hoy su primera sesión en el Vaticano.
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Unas cuarenta páginas del documento son el resultado del trabajo de la asamblea que «tuvo lugar mientras viejas y nuevas guerras hacen estragos en el mundo, con el absurdo drama de innumerables víctimas». «El grito de los pobres, de los que se ven obligados a migrar, de los que sufren la violencia o sufren las consecuencias devastadoras del cambio climático ha resonado entre nosotros, no solo a través de los medios de comunicación, sino también por la voz de muchos, personalmente involucrados con sus familias y sus pueblos en estos trágicos acontecimientos», se lee en el documento (Prólogo). A este desafío y a muchos otros, la Iglesia universal ha tratado de dar una respuesta en los Grupos de Trabajo y en las intervenciones en el Aula de Trabajo. Todo ello confluyó en el Informe de Síntesis, dividido en tres partes, que marca el rumbo de los trabajos a realizar en la segunda sesión de 2024.
La obra en el Aula Pablo VI
Escuchar a todos, empezando por las víctimas de abusos
Como en la Carta al Pueblo de Dios, la asamblea sinodal reafirma «la apertura a escuchar y acompañar a todos, incluso a los que han sufrido abusos y heridas en la Iglesia» (1e). Todavía en el camino a recorrer «hacia la reconciliación y la justicia», «requiere enfrentar las condiciones estructurales que han permitido tales abusos y hacer gestos concretos de penitencia».
El rostro de una Iglesia sinodal
La sinodalidad es un primer paso. Un término que los mismos participantes en el Sínodo admiten que es «desconocido para muchos miembros del Pueblo de Dios» y «que suscita confusión y preocupación en algunos» (1 f), entre los que temen un alejamiento de la tradición, una degradación de la naturaleza jerárquica de la Iglesia (1 g), la pérdida de poder o, por el contrario, una inmovilidad y una falta de coraje para el cambio. «Sinodal» y «sinodalidad» son, en cambio, términos que «indican un modo de ser Iglesia que articula comunión, misión y participación». Es, por tanto, un modo de vivir la Iglesia, valorando las diferencias y desarrollando la implicación activa de todos. Comenzando por los sacerdotes y los obispos: «Una Iglesia sinodal no puede prescindir de sus voces» (1n), se lee. «Necesitamos entender las razones de la resistencia a la sinodalidad por parte de algunos de ellos».
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Misión
La sinodalidad va de la mano con la misión y, por tanto, es necesario que «las comunidades cristianas compartan la fraternidad con hombres y mujeres de otras religiones, convicciones y culturas, evitando por una parte el riesgo de la autorreferencialidad y de la autoconservación y, por otra, el de la pérdida de identidad» (2e). En este nuevo «estilo pastoral», en opinión de muchos, es importante hacer «más accesible el lenguaje litúrgico a los fieles y más encarnado en la diversidad de las culturas» (3 l).
Algunos de los participantes en el Sínodo
Los pobres en el centro
En el Informe se dedica un amplio espacio a los pobres, que piden a la Iglesia «amor» entendido como «respeto, acogida y reconocimiento» (4a). «Para la Iglesia, la opción por los pobres y los descartados es una categoría teológica» (4 b), reitera el documento, identificando como pobres también a los migrantes, a los indígenas, a las víctimas de la violencia, de los abusos (especialmente a las mujeres), del racismo y de la trata, de las personas con adicciones, de las minorías, de los ancianos abandonados, de los trabajadores explotados (4 c). «Los más vulnerables entre los vulnerables, para quienes se necesita una defensa constante, son los niños en el vientre materno y sus madres», dice el texto de la Asamblea, que dice ser «consciente del grito de los ‘nuevos pobres’ producido por las guerras y el terrorismo también causado por ‘sistemas políticos y económicos corruptos’.
Compromiso de los creyentes en la política y por el bien común
En este sentido, se insta a la Iglesia a comprometerse tanto en la «denuncia pública de las injusticias» perpetradas por individuos, gobiernos, empresas, como en la participación activa en la política, las asociaciones, los sindicatos y los movimientos populares (4g). Sin descuidar la acción consolidada de la Iglesia en los campos de la educación, la salud y el bienestar social, «sin discriminación ni exclusión de nadie» (4k).
Una pausa en los trabajos del Sínodo
Migrantes
La atención se centra en los migrantes y refugiados que «se convierten en una fuente de renovación y enriquecimiento para las comunidades que los acogen y en una oportunidad para establecer un vínculo directo con Iglesias geográficamente distantes» (5d). Frente a las actitudes cada vez más hostiles hacia ellos, el Sínodo los invita a «practicar una acogida abierta, a acompañarlos en la construcción de un nuevo proyecto de vida y a construir una verdadera comunión intercultural entre los pueblos». En este sentido, «el respeto por las tradiciones litúrgicas y las prácticas religiosas», así como por la lengua, es fundamental. Por ejemplo, una palabra como «misión», en contextos en los que «el anuncio del Evangelio se ha asociado a la colonización e incluso al genocidio», está cargada de «una dolorosa herencia histórica» y dificulta la comunión (5e). «Evangelizar en estos contextos requiere reconocer los errores que se han cometido, aprender una nueva sensibilidad hacia estos temas», afirma el documento.
Lucha contra el racismo y la xenofobia
Se pide a la Iglesia que asuma el mismo compromiso y prudencia «en la educación en la cultura del diálogo y del encuentro, en la lucha contra el racismo y la xenofobia, especialmente en los programas de formación pastoral» (5 p). También hay una necesidad urgente de «identificar y combatir los sistemas que crean o mantienen la injusticia racial dentro de la Iglesia» (5q).
Iglesias Orientales
Siguiendo con el tema de las migraciones, nos fijamos en Europa del Este y en los recientes conflictos que han provocado el flujo de muchos fieles del Oriente católico. El llamamiento a las Iglesias locales de rito latino es que «en nombre de la sinodalidad, ayuden a los fieles orientales que han emigrado a conservar su identidad», sin sufrir «procesos de asimilación» (6 c).
Algunos de los participantes en el Sínodo
En el camino hacia la unidad de los cristianos
En cuanto al ecumenismo, se habla de «procesos de arrepentimiento» y de «sanación de la memoria» (7 c); luego cita la expresión del Papa de un «ecumenismo de sangre», es decir, «cristianos de diferentes filiaciones que juntos dan su vida por la fe en Cristo» (7d) y relanza la propuesta de un martirologio ecuménico (7o). El informe también reafirma que «la colaboración entre todos los cristianos» es un recurso «para sanar la cultura del odio, la división y la guerra que enfrenta a grupos, pueblos y naciones entre sí». No hay que olvidar la cuestión de los llamados matrimonios mixtos, realidades en las que «se pueden evangelizar mutuamente» (7f).
(SEGUNDA PARTE) Laicos y familias
«Los laicos y las laicas, los consagrados y las consagradas y los ministros ordenados tienen la misma dignidad» (8 b): esta premisa se reafirma con fuerza en la Síntesis, que recuerda que los fieles laicos «están cada vez más presentes y activos también en el servicio de las comunidades cristianas» (8 e). Educadores en la fe, teólogos, formadores, animadores espirituales, catequistas, activos en la salvaguardia y en la administración: su contribución es «indispensable para la misión de la Iglesia» (8e). Por lo tanto, los diversos carismas deben ser «sacados a la luz, reconocidos y valorados por derecho propio» (8 s), no disminuidos sólo supliendo la falta de sacerdotes, o peor aún, ignorados, infrautilizados y «clericalizados» (8 f).
Mujeres
La Iglesia también está fuertemente comprometida con el acompañamiento y la comprensión de las mujeres en todos los aspectos de su vida, incluidos los pastorales y sacramentales. Las mujeres, se lee, «exigen justicia en una sociedad marcada por la violencia sexual y la desigualdad económica, y por la tendencia a tratarlas como objetos» (9c). «El acompañamiento y la promoción decidida de la mujer van de la mano».
El Papa con algunas de las mujeres que participan en la asamblea sinodal
Clericalismo y machismo
Muchas mujeres presentes en el Sínodo «expresaron una profunda gratitud por el trabajo de los sacerdotes y obispos, pero también hablaron de una Iglesia que hiere» (9f). «El clericalismo, el machismo y el uso indebido de la autoridad siguen desfigurando el rostro de la Iglesia y dañando la comunión». Lo que se requiere es «una profunda conversión espiritual y cambios estructurales», así como «un diálogo entre hombres y mujeres sin subordinación, exclusión o competencia» (9 h).
Diaconado femenino
Hay diferentes opiniones sobre el acceso de las mujeres al diaconado (9 j): para algunos es un paso «inaceptable», «en discontinuidad con la Tradición»; para otros, restauraría una práctica de la Iglesia primitiva; otros ven en ella «una respuesta adecuada y necesaria a los signos de los tiempos» para «renovar la vitalidad y la energía en la Iglesia». Luego están los que expresan «el temor de que esta petición sea la expresión de una peligrosa confusión antropológica, aceptando la cual la Iglesia se alinearía con el espíritu de los tiempos». Los padres y madres del Sínodo piden que se continúe «la investigación teológica y pastoral sobre el acceso de la mujer al diaconado», utilizando los resultados de las comisiones específicamente instituidas por el Papa y las investigaciones teológicas, históricas y exegéticas ya realizadas: «Si es posible, los resultados deben ser presentados en la próxima sesión de la Asamblea» (9n).
Discriminación y abuso
Mientras tanto, reitera la urgencia de «asegurar que las mujeres participen en los procesos de toma de decisiones y asuman roles de responsabilidad en el cuidado pastoral y el ministerio», adaptando el derecho canónico en consecuencia (9 m). También es necesario abordar los casos de discriminación laboral y de remuneración injusta, incluidos aquellos en la Iglesia donde «las mujeres consagradas a menudo se consideran mano de obra barata» (9o). En cambio, se debe ampliar el acceso de las mujeres a la educación teológica y a los programas de formación (9 p), al tiempo que se promueve el uso del lenguaje inclusivo en los textos litúrgicos y los documentos de la Iglesia (9 q).
El Papa Francisco saluda y bendice a la Madre Ignazia Angelini
Vida Consagrada
Ante la riqueza y variedad de las diversas formas de vida consagrada, advierte contra «la persistencia de un estilo autoritario, que no deja espacio para el diálogo fraterno» y del que se generan casos de abusos de diversa índole. Un problema que «requiere una acción decisiva y adecuada» (10 d).
Diáconos y Formación
A continuación, se expresa la gratitud a los diáconos «llamados a vivir su servicio al Pueblo de Dios en una actitud de cercanía a las personas, de acogida y escucha de todos» (11 b). El peligro es siempre el clericalismo, una «distorsión del sacerdocio» que hay que contrarrestar «desde las primeras etapas de la formación», gracias al «contacto vivo» con la gente y con los necesitados (11 c). En este sentido, se ha pedido también que los seminarios u otros cursos de formación para los candidatos al ministerio se vinculen a la vida cotidiana de las comunidades (11e), para evitar «los riesgos de formalismo e ideología que conducen a actitudes autoritarias e impiden un verdadero crecimiento vocacional».
Celibato
Una mención al tema del celibato, que recibió diferentes evaluaciones durante la asamblea. «Todo el mundo —se lee en el Informe Final— aprecia su valor lleno de profecía y de testimonio de conformidad con Cristo; algunos se preguntan si su conveniencia teológica con el ministerio sacerdotal debe traducirse necesariamente en una obligación disciplinaria en la Iglesia latina, especialmente allí donde los contextos eclesiales y culturales lo hacen más difícil. Este no es un tema nuevo, que debe ser retomado».
El papel y la figura de los obispos
Hay una amplia reflexión sobre la figura y el papel del obispo, que está llamado a ejercer la «corresponsabilidad», entendida como la implicación de otros actores dentro de la diócesis y del clero, para aliviar la «sobrecarga de compromisos administrativos y jurídicos» que a menudo impiden su misión (12 e). A esto se suma que el obispo «no siempre encuentra apoyo humano y espiritual» y «no es raro el sufrimiento de una cierta soledad» (12e).
Trabajos del Sínodo
Casos de maltrato
Sobre la cuestión de los abusos, que «pone a muchos obispos en la dificultad de conciliar el papel de padre y el de juez» (12 i), se sugiere que «evalúen la oportunidad de confiar la tarea judicial a otra instancia, que se especificará canónicamente» (12 i).
Formación (PARTE III)
Se requiere entonces un «enfoque sinodal» para la formación, recomendando en primer lugar que «se profundice en el tema de la educación afectiva y sexual, para acompañar a los jóvenes en su camino de crecimiento y apoyar la maduración afectiva de quienes están llamados al celibato y a la castidad consagrada» (14 g). Llama a profundizar en el diálogo con las ciencias humanas (14 h) para desarrollar «cuestiones controvertidas incluso en el seno de la Iglesia» (15 b).
Es decir, cuestiones «relacionadas con la identidad de género y la orientación sexual, el final de la vida, las situaciones matrimoniales difíciles, las cuestiones éticas relacionadas con la inteligencia artificial». «Plantean nuevas preguntas» a la Iglesia (15g). «Es importante tomarse el tiempo necesario para esta reflexión e invertir en ella las mejores energías, sin caer en juicios simplificadores que hieren a las personas y al Cuerpo de la Iglesia», recordando que «muchas indicaciones ya son ofrecidas por el magisterio y esperan ser traducidas en iniciativas pastorales adecuadas».
Uno de los grupos de trabajo
Escucha
Con el mismo cuidado, se renueva la invitación a la escucha «auténtica» de «personas que se sienten marginadas o excluidas de la Iglesia, a causa de su situación conyugal, identidad y sexualidad» y que «piden ser escuchadas y acompañadas, y que se defienda su dignidad». Su deseo es «volver a casa» a la Iglesia y «ser escuchados y respetados, sin miedo a sentirse juzgados», dice la Asamblea, reiterando que «los cristianos no pueden faltar al respeto por la dignidad de ninguna persona» (16h).
Poligamia
A la luz de las experiencias relatadas en la asamblea por algunos miembros del Sínodo de África, se anima al SECAM (Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar) a promover el «discernimiento teológico y pastoral» sobre el tema de la poligamia y «sobre el acompañamiento de las personas en uniones polígamas que se acercan a la fe» (16q)
Cultura Digital
Por último, el Informe de Síntesis habla del entorno digital. El estímulo es «llegar a la cultura actual en todos los espacios donde las personas buscan significado y amor, incluidos sus teléfonos móviles y tabletas» (17c), teniendo en cuenta que Internet «también puede causar daños y lesiones, por ejemplo, a través del acoso, la desinformación, la explotación sexual y la adicción». Es urgente, por lo tanto, «reflexionar sobre cómo la comunidad cristiana puede ayudar a las familias a garantizar que el espacio en línea no solo sea seguro, sino también espiritualmente vivificante» (17f).
Una pausa en los trabajos del Sínodo