(weca.it).-La invención del transistor transformó la tecnología de la información de un instrumento de poder en manos de unos pocos a una innovación generalizada. En pocas palabras, «los elementos computacionales se han insertado en todos los aspectos de nuestras vidas». Así resumió el padre Paolo Benanti, asesor del Papa Francisco en los temas de inteligencia artificial y ética de la tecnología, con motivo del encuentro «La esencia de la inteligencia artificial. ¿Instrumento o límite para la libertad?» en el Meeting de Rímini.
«Si la realidad está definida por el software y nosotros somos dueños del activo, pero solo tenemos una licencia para el software – se preguntó el p. Benanti – ¿a quién va usus, abusus y fructus del producto?». La última innovación en el campo de la automoción, por ejemplo, «ha transformado el coche en un objeto definido por software. Ya no se trata de comprar el objeto de la máquina, sino de pagar una tarifa que desbloquea las funciones deseadas a través del software. Realizar este salto a la realidad definida por el software y no por la materia nos ayuda a comprender los desafíos que experimentamos. De hecho, hoy en día compramos un bien pero solo licenciamos el software que lo hace fungible. En el derecho romano, la propiedad se definía como el goce absoluto y pleno de un objeto o entidad corporal. Varios elementos estaban asociados a estos. El usus era el derecho que tenía el poseedor de hacer uso del objeto según su destino o naturaleza, el fructus era el derecho a recibir los frutos, es decir, la explotación económica y se refiere a los frutos que se pueden cosechar periódicamente sin alterar la sustancia del bien en sí, el abusus era, en cambio, el derecho de disposición basado en la facultad de modificar, vender o destruir el objeto o entidad en cuestión». Dado que «lo que se nos quita en esta difusión del software como elemento clave de la realidad es fructus, surge que se nos quita la posibilidad de obtener un beneficio económico del bien. No todos los usuarios tienen plenos derechos sobre el fructus porque los productores y desarrolladores de software conservan los derechos de propiedad intelectual y la explotación económica».
Por lo tanto, con la «softwarización generalizada», corremos el riesgo de «perder fructus». «La realidad – para el P. Benanti – comienza a ser definido cada vez más por el software y las cadenas de cambio de poder. Para ello, tenemos que encontrar la manera de democratizar la potencia computacional».