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Adultos maleducados digitales: Aprendamos de Einstein, Séneca y el refranero

Antes que mirar el uso que hacen niños y adolescentes de la tecnología y de Internet, observemos nuestro comportamiento ante las pantallas

(es.aleteia.org).-Cuando pensamos en la importancia de educar en el uso de la tecnología e Internet, casi siempre terminamos hablando de los niños y los adolescentes. ¿Cómo enseñarles a utilizar bien Internet, la herramienta más poderosa, omnipresente y adictiva inventada por el ser humano?

Sin embargo, no solemos caer en la cuenta de que los primeros maleducados o “ineducados” digitales muchas veces somos los adultos, que tampoco hemos aprendido a hacer un uso inteligente de tan poderosa herramienta, y terminamos enredados en usos espurios, absurdos o, directamente, nocivos. Piénsalo.

Cuántas veces los adultos:

  • Trabajamos chapuceramente por estar distraídos con cientos de mensajes a través del teléfono; 
  • hemos sustituido antiguas aficiones por los vídeos de Internet o por cuidar nuestra granja en un videojuego de móvil;
  • atendemos el email del trabajo los fines de semana o a las diez de la noche;
  • compramos de forma irreflexiva en Amazon “en un clic”;
  • en lugar de una sobremesa, preferimos dedicarnos a ver la tele;
  • preferimos el falso sexo cibernético del porno al encuentro personal con nuestra pareja, que quizá nos exige más ternura, paciencia e imaginación;
  • subimos a las redes sociales fotos de nuestros hijos e hijas en momentos que bien podrían quedarse en la intimidad familiar.

Reflexiona

Pues bien, antes de ponernos a educar a otros, tenemos que ser valientes y hacer –con buen humor-, un poco de examen de conciencia: 

  • ¿Soy un poco adicto a Internet?
  • ¿La tecnología me ha apartado en algo de las personas con quienes convivo?
  • ¿Soy maleducado?
  • ¿Miro a mis hijos o a mi marido con una sonrisa cuando me hablan, o divido mi atención entre ellos y la pantalla de mi iPhone 8?

Este examen no tiene como fin autoflagelarse ni sumirse en un estado de depresión culpable. Se trata de reconocer con humildad y alegría que nosotros también tenemos que esforzarnos, y que necesitamos ayuda.

No somos césares que observamos desde una cómoda tribuna cómo nuestros hijos intentan defenderse de los riesgos de Internet, sino que estamos con ellos en la arena, enfrentándonos a los mismos peligros y con la misma misión: ser mejores personas, utilizando Internet con espíritu crítico.

A veces ganamos. Y a veces no. 

Saberse juntos en esta tarea realmente anima. Papá y mamá no son seres olímpicos que dan consejos desde una tumbona. También tienen que corregirse y luchar por mejorar, muchas veces con ayuda de los hijos, que serán quienes nos digan: “Mamá, deja el móvil que estamos comiendo”; o “Papá, cierra la tablet y vamos a jugar al Monopoly”.

Educación 360º. La vida es así.

Einstein decía: “Dar ejemplo no es la mejor manera de influir en los demás, sino que es la única”. La misma idea la recoge el refranero con esa formulación tan simpática: “Fray Ejemplo es el mejor predicador”.

O incluso Séneca, por si prefieres una cita más erudita (que leí en un sobre de azúcar): “El camino de la doctrina es largo; el del ejemplo, breve y eficaz”.

Así que ya lo sabes: los niños no van a aprender a surfear este tsunami digital gracias a nuestros sabios consejos (sacados, por ejemplo, de artículos como este ;-).

Sobre todo, van a aprender si nos ven a los adultos actuando con coherencia, esforzándonos por utilizar la tecnología con sentido común, creatividad y moderación.

El artículo de hoy, ya ves, no te va a salir gratis. Tienes deberes. Un poco de examen de conciencia y algún pequeño propósito de mejora tecnológica.

  • Trabajar más concentrado;
  • No atender el WhatsApp durante las comidas;
  • Dedicarte a la familia al 100% los fines de semana, dejando al jefe y las preocupaciones del trabajo en un cajón de la mesilla hasta el lunes;
  • Recuperar y compartir aquella afición por los juegos de mesa, la bicicleta o hacer paellas…

    ¿Y de “penitencia”? De penitencia quizá puedes invitar a tu pareja a tomar una cerveza bien fresquita, o salir con tus hijos a tomar un helado, al menos de dos bolas… eso sí, sin teléfono móvil. Celebra con ellos tus nuevos propósitos de usar mejor Internet y de empezar a educar por donde toca: con el ejemplo.

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