En tiempos de crisis y de grandes incertidumbres, se huye de la responsabilidad y es más seductor que otros decidan nuestro futuro, ya sea la astrología o la Inteligencia Artificial
(http://losperiodistas.com.mx/).-Ya no le es extraño a nadie que nuestra interacción diaria con los sistemas informáticos entrega una inimaginable cantidad de información sobre nosotros, y de esa inimagibale avalancha de datos, se nutren algoritmos de todo tipo. ¿Cómo se usa esa información?
A pesar de los controles legales e internacionales, la tecnología va más rápido que las regulaciones y eso siempre da una gran cuota de incertidumbre.
Algunos investigadores están preocupados porque estamos renunciando progresivamente a libertades conquistadas, en la comodidad de una libertad asistida donde la Inteligencia Artificial (IA).
Para cada vez más personas, incluyendo líderes políticos, la IA adquiere un carácter “sagrado”, porque “nos conoce” incluso mejor que nosotros mismos en algunos aspectos de nuestras conductas. Sin discutir ni cuestionar, nos abandonamos al poder tecnocrático, aceptando que las máquinas resuelvan gran parte de nuestra vida.
Al mismo tiempo, en tiempos de crisis y de grandes incertidumbres, se huye de la responsabilidad y es más seductor que otros decidan nuestro futuro, ya sea la astrología o la IA.
En su obra Ciberleviatán (2019), el filósofo español José María Lasalle plantea la encrucijada que tenemos delante como humanidad, en ir perdiendo libertad por mayor seguridad o que, con responsabilidad política, exista un auténtico pacto que asegure la libertad de los ciudadanos, que proteja los datos y establezca nuevos derechos digitales.
Josemaria.lassalle-CC BY-SA 4.0
A Lasalle le preocupa que nos encontremos en un enjambre de humanos “sin capacidad crítica y entregado al consumo de aplicaciones tecnológicas dentro de un flujo asfixiante de información que crece exponencialmente” (p. 6).
Según Lasalle el liberalismo humanista tiene por vocación primera limitar el poder y ahora se enfrenta a la seducción del poder tecnológico que quiere ser omnipresente y omnisciente, sin resistencias.
Asistimos a una nueva reconfiguración del poder: “hoy, los datos que genera internet y los algoritmos matemáticos que los discriminan y organizan para nuestro consumo son un binomio de control y dominio que la técnica impone a la humanidad. Hasta el punto de que los hombres van adquiriendo la fisonomía de seres asistidos digitalmente debido, entre otras cosas, a su incapacidad para decidir por sí mismos”.
Según Lasalle “el despotismo algorítmico está haciendo volver a los hombres a una nueva minoría de edad que desanda la tradición liberal del conocimiento que propició la Ilustración”.
¿Una libertad delegada?
La fascinación con un poder ilimitado de la tecnología, entendido como inevitable e ineludible, que asegura mayor control y niveles de certeza en decisiones, va desconfiando paulatinamente de la fragilidad y espontaneidad del factor humano.
Así la libertad tan valorada y defendida, comienza a ser vista como un problema para el progreso, por lo cual los humanos deberían aceptar que su libertad sea asistida por una inteligencia superior, cuasi divina: la Inteligencia Artificial. Algunos autores comienzan a ver en este cambio sociocultural tecnocrático, la promesa de proteger a los humanos de su peligrosa espontaneidad y bajo una preferencia determinista, sería mejor programarnos para lo que se considere mejor.
Vamos perdiendo libertades con la ilusión de que “podemos acceder” a nuevas posibilidades de comunicación, como si para ser ilusoriamente más libres, tenemos que ir renunciando a libertades fundamentales. Y lo hacemos pasivamente y con cierta naturalidad.
Nos encontramos con un alineamiento entre lo técnico, lo económico y lo político donde el poder se centraliza de forma desmesurada sobre un progresivo número de actividades, incluyendo la salud, la educación y el trabajo.
En la dimensión política asistimos a una nueva forma de configuración del poder. Lasalle cree que mediando un pacto fundacional como el del Estado Moderno, pero sin debate ni conflicto, como el producto de una necesidad inevitable y querida por todos, nos alineamos en “un nuevo contrato social” bajo un poder único y centralizado tecnológicamente, que modifica la idea de soberanía, entregada totalmente a la IA.
La gobernanza de la tecnología será cada vez más un problema ineludible en la agenda política. Se vuelve necesario promover instituciones y procedimientos de control que faciliten la defensa de los derechos de los ciudadanos, como la privacidad o la libertad de expresión, frente a los riesgos potenciales de la IA.