(weca.it).-¿Cómo funciona nuestra comunicación humana? ¿Cómo logramos transmitirnos conceptos unos a otros? ¿Cómo surgieron las palabras? ¿Por qué a veces se malinterpreta lo que decimos?
Durante milenios, desde Aristóteles, generaciones de filósofos, retóricos y eruditos han estudiado la comunicación. Cada generación ha abordado el tema en virtud de los valores y las tecnologías de la época. No es de extrañar que los albores del siglo XX -con el cine, la radio y la televisión- vieran el nacimiento de las modernas «Ciencias de la Comunicación», disciplinas que son la base de las carreras también en nuestro país.
Un modelo sintético de cómo funciona la comunicación, con el que muchos estudiantes estarán familiarizados, es el llamado «modelo matemático de Shannon-Weaver», codificado entre 1948 y 1949 por Claude Shannon y Warren Weaver. El modelo explica cómo se produce la comunicación desde un punto de vista técnico: hay un transmisor, un código de codificación, un canal y un receptor. Este modelo, sin dejar de ser válido, ya no es suficiente, porque no tiene en cuenta las mil variables de lo que es nuestro verdadero órgano de comunicación: el cerebro.
La neurociencia ha avanzado mucho en las últimas décadas: aunque aún queda mucho por descubrir, es imposible que quienes se comunican no tengan en cuenta cómo funciona el cerebro humano en su trabajo.
En el tutorial de hoy, de forma extremadamente concisa, casi brutal, queremos que reflexiones sobre dos consideraciones que surgen de la neurociencia y que pueden ayudarte a comunicarte mejor. Nada complicado, pero en aras de la exhaustividad te mostraremos de vez en cuando dónde profundizar.
Primera consideración.
«No somos máquinas pensantes que se emocionan, sino máquinas emocionales que piensan».
La cita proviene directamente del famoso libro «El error de Descartes: emoción, razón y cerebro humano» publicado en 1994 por el neurólogo portugués Antonio Damasio. A partir de casos famosos de lesiones cerebrales que han provocado cambios de personalidad, Damasio muestra cuánto influye la fisicalidad de nuestro cerebro en nuestra personalidad. Hoy, sin embargo, nos interesa otro aspecto indicado en el libro: las emociones, que serían elementos orgánicos, son la base de todo contenido interior, de los sentimientos. La lógica y el razonamiento vienen después. Por el contrario, escribe Damasio, «el uso de la lógica y la capacidad de tomar una decisión dependen principalmente de nuestra capacidad de sentir emociones».
Entender que las emociones están en la base del cerebro, mientras que el razonamiento está en la periferia, nos recuerda que nuestra comunicación nunca puede ser «apática», una transmisión de meros datos, sino que también debe -con equilibrio y relevancia- adjuntar un elemento de emoción para ser efectiva.
Segunda consideración
«Nuestro cerebro es un avaro cognitivo», lo que significa que trata de trabajar lo menos posible.
El libro esta vez es «Slow and Fast Thoughts», de Daniel Kahneman, publicado en 2011. En pocas palabras, nuestro cerebro para Kahneman tendría dos sistemas operativos distintos. El primero, activo el 95% del tiempo, es el sistema automático. Es la que nos permite respirar sin darnos cuenta, pero también es la que nos hace conducir, todos los días, a la oficina de forma automática, la que nos permite hacer la compra mientras hablamos por teléfono con auriculares, recitar las tablas de multiplicar o leer las señales de tráfico a gran velocidad. Es un sistema que nos permite seguir con nuestras vidas tranquilamente, pero simplificarlo cae en numerosas trampas y sesgos cognitivos. ¿Un ejemplo? Kahneman plantea un problema que debe ser respondido rápidamente: «Un bate de béisbol y una pelota cuestan un dólar y diez centavos. El bate cuesta un dólar más que la pelota. ¿Cuánto cuesta la pelota?» El Sistema 1 nos hace responder de inmediato: «un dólar». Pero eso está mal.
El sistema 2, de hecho, el que ocupa solo el 5% del tiempo y los recursos, es el que nos hace concentrarnos, el que nos hace usar la lógica, el que nos hace devanarnos los sesos. Y eso nos dice que la pelota cuesta 5 céntimos…
En definitiva, «nuestro cerebro es un avaro cognitivo» significa que intenta trabajar lo menos posible, activando el piloto automático. Tener esto en cuenta en nuestra comunicación implica transmitir conceptos que sean comprensibles incluso sin un compromiso particular por parte del oyente. Frases complicadas, mensajes crípticos, referencias complejas pueden no llegar o incluso, ser contraproducentes para nuestra comunicación. En cambio, los mensajes claros, cautivadores y emocionalmente atractivos pueden empujar a quienes nos escuchan a activar el sistema 2, el más racional, para entrar realmente en diálogo con nosotros más allá de las frases hechas de circunstancia.