(wwwhatsnew.com).- Si pensabas que el arte generado por IA era solo un montón de píxeles sin alma, piénsalo de nuevo. Desde sus inicios, esos píxeles están metidos en un buen lío legal.
El caso es que ahora, en un reciente fallo judicial en Estados Unidos, tres empresas de generadores de arte mediante inteligencia artificial han salido relativamente airosas en una demanda por infracción de derechos de autor. Pero ojito, porque el tema está lejos de resolverse.
Los implicados en este caso son Stability AI, creadora del generador de imágenes Stable Diffusion; Midjourney, otra empresa de generación de imágenes de la que hemos hablado en muchas ocasiones y DeviantArt, una red social popular para compartir imágenes que también lanzó su propio generador de arte AI, llamado DreamUp.
Tres artistas, Sarah Anderson, Kelly McKernan y Karla Ortiz, presentaron una demanda colectiva alegando que sus obras se utilizaron para entrenar a estos generadores de arte AI sin su consentimiento ni compensación.
Ahora, el juez William H. Orrick desestimó en gran medida la demanda, argumentando que la queja presentada por los artistas era defectuosa en varios aspectos.
Primero, dos de los artistas no habían registrado sus obras en la Oficina de Derechos de Autor de EE. UU. Segundo, la base de datos LAION, que se utilizó para entrenar a los generadores de arte, incluye miles de millones de imágenes, lo que hace poco probable que todas sean obras protegidas por derechos de autor. Por último, el juez Orrick señaló que para que una obra sea considerada una infracción, debe haber una similitud sustancial con la obra original. Esto pone el listón alto para futuras demandas.
A pesar del fallo, el juez permitió a los artistas modificar y presentar de nuevo una demanda más específica.
El juez también permitió que una acusación de infracción directa de derechos de autor contra Stability AI siguiera adelante, relacionada con las 16 obras registradas de Anderson.
Lo que hay que tener siempre claro es que la industria tecnológica debe ser más cautelosas sobre los datos que utilizan para entrenar sus modelos de IA. Este caso podría sentar un precedente para futuros casos de IA y derechos de autor, y cada plataforma deverá reevaluar sus políticas, porque la batalla legal está lejos de terminar.
No estamos simplemente hablando de un choque entre tecnología y creatividad; estamos hablando de un nuevo paradigma que exige una reevaluación de cómo entendemos los derechos de autor en la era digital.