(por Roberto García Esteban, de Blogthinkbig.com).- Fue el autor estadounidense Marc Prensky quien habló por primera vez de los “nativos digitales” para referirse a los jóvenes nacidos a partir de más o menos 1990 y que por tanto han estado desde su primer minuto de vida rodeados de ordenadores, teléfonos móviles y otras herramientas de la era digital. En contraposición, Prensky llamaba “inmigrantes digitales” a aquellas otras personas cuyo primer contacto con la tecnología digital les pilló algo más mayores. El autor acababa afirmando que un entorno totalmente digital cambia drásticamente la forma en que los jóvenes piensan y procesan la información, e incluso llega a cambiar sus estructuras cerebrales haciéndoles mucho más adaptados y permeables a las nuevas tecnologías.
El término “nativo digital” sugiere que los jóvenes saben utilizar la tecnología de forma innata, que la entienden perfectamente, que aprenden solos a manejar cualquier herramienta informática y que son capaces de hacer magia con cualquier dispositivo que caiga en sus manos. Por consiguiente no necesitan formación en tecnología porque “ya saben más que nosotros”
¿Es eso cierto? ¿Es lo mismo “Nativo Digital” que “Competente Digital”? Parece claro que no lo es. Los jóvenes actuales han nacido en un mundo digitalizado y por tanto tienen “aptitudes” para el uso de las TIC, pero ello no quiere decir que hayan desarrollado las habilidades necesarias para ser “competentes” en ello. Es evidente que les cuesta muy poco entender como funciona una determinada aplicación, pero no todo consiste en ser capaz de escribir un whatsapp con una mano mientras con la otra juegas una partida de Candy Crush. Se debe profundizar un poco más en la tecnología para ser “competente digitalmente”.
Así que el propio inventor del término “nativo digital” acuñó a los pocos años otro término, el de “sabio digital”, para designar a una persona que no solamente sabe como utilizar las tecnologías sino que tiene también la capacidad de evaluarlas críticamente y de saber utilizarlas en su justa medida. No se puede decir de muchos jóvenes que sean “sabios digitales”. Carecen de un patrón o modelo de uso de redes sociales mínimamente razonable porque piensan que todas las redes sociales son iguales, no valoran críticamente la información que reciben de internet, no saben reconocer un spam o no tienen ninguna idea de cómo funciona un motor de búsqueda. Se quedan simplemente en la superficie y no profundizan en absoluto en la tecnología. Como dice el escritor Jordi Sierra i Fabra, los jóvenes (y los mayores también) somos “unos ignorantes bien informados pero unos burros globales” porque todos tenemos acceso a mucha información, pero de manera puntual, información entregada en “bullets”, sin profundizar y sin ver ningun tema en su totalidad.
La idea de que los jóvenes son nativos digitales lleva a muchos padres y educadores a abandonar la educación digital de los hijos, pensando erróneamente que ya aprenden ellos solo y que como los jóvenes saben más que ellos, no tienen nada que enseñar. Los padres delegamos la educación digital en una aplicación de control parental que es quien permite acceder a los jóvenes a unos contenidos sí y a otros no, control parental que por cierto desaparece cuando los jóvenes se sientan delante de otro ordenador distinto del suyo, momento en el que todo “lo prohibido” aparece ante sus ojos como una tentación irrechazable.
Para el mercado laboral, la consecuencia es que se están incorporando jóvenes con smartphones de alta gama en los bolsillos que utilizan únicamente para enviar whatsapps y subir fotos a Instagram. Las habilidades relacionadas relacionadas con las redes sociales o con la simple búsqueda de información en internet no son las mismas que las habilidades laborales (crear, modificar y compartir documentacion, comunicarse correctamente en el ámbito de un proyecto laboral, etc).
Recuerdo el caso de un becario cuya primer tarea en la oficina consistía en mantener actualizado un documento dentro de un directorio compartido. El becario tardaba mucho en actualizar la documentacion, y además se le veía siempre enganchado al móvil, dando toda la impresión de que pasaba de todo y que ni siquiera intentaba cumplir con la tarea encomendada. Pero lo que ocurría realmente es que el joven era tan sumamente adicto al móvil y estaba tan poco aostumbrado a usar un ordenador, que estaba accediendo al directorio compartido desde el móvil y actualizando con su smartphone la documentación. Luego por muy virtuoso que fuera con el teclado táctil, su trabajo era obviamente mucho más lento y con más errores que si usara un PC. Ese chico además encarnaba otro de los rasgos característicos de los nativos digitales: tienden a sobreestimar sus habilidades digitales, piensan que lo saben todo sobre tecnología y que no necesitan ayuda, cuando en realidad carecen de habilidades para analizar y responder correctamente al aluvión de información que reciben continuamente
En conclusión, los padres debemos plantearnos que preparar a nuestros hijos para el futuro es algo más que rodearles de dispositivos. Hay que educarlos en sus hábitos de uso, tratar de buscar la formación en tecnología más adecuada para ellos y enseñarles que las cosas que están bien o mal en el mundo real son las mismas que en el mundo digital. Como en muchos otros ámbitos de la vida, los “inmigrantes” tenemos mucho que enseñar a los “nativos”