INTELIGENCIA ARTIFICIAL TECNOLOGÍA

La Misión es necesaria y debe afrontar el desafío de la Inteligencia Artificial

(cope.es).-Como creyente me entusiasman las maravillas tecnológicas. Resultan increíbles las posibilidades que abren nuestros instrumentos, capacidad de grandes bienes. Estos meses no dejamos de oír bondades de la Inteligencia Artificial (IA) así como voces de alerta sobre sus riesgos. ¿Cuáles son las ventajas y retos que plantea?

La Inteligencia Artificial (IA) esencialmente es una herramienta tipo ‘aplicación’ altamente sofisticada dentro del mundo informático increíblemente potente que tenemos, un instrumento basado en algoritmos de cálculo y combinación de datos e información que se afina con el uso que cuenta con muchos campos de aplicación en un mundo globalizado y conectado por Internet. Esta rama de la informática desarrolla programas capaces de emular procesos hasta ahora exclusivos de la inteligencia humana, logrando resultados que, al menos en apariencia, podrían haber sido realizados por un ser humano, ¿superando el test de Türing?

Aunque no en todas sus formas, la IA es capaz de aprender, mediante un aprendizaje ‘automático’ –Machine Learning que mejora su rendimiento en función de los datos que consume– o mediante aprendizaje ‘profundo’ con redes neuronales artificiales, algoritmos diseñados para imitar el funcionamiento del cerebro.

Así surge la Inteligencia Adaptativa, IA v.2.0, que ayudaría en la toma de las ‘mejores’ decisiones al combinar datos internos y externos al entorno (empresarial, político, etc.) en tiempo real con las ciencias que formalizan técnicas de decisión –evolución de algunas muy conocidas en la estrategia como el dilema del prisionero o de la gallina usadas en juegos y aplicables a la realidad–, gracias a una infraestructura informática capaz de escalarse con relativa sencillez.

Con esa capacidad de procesamiento facilita –¿sustituye? ¿puede?– la toma de decisiones en ámbitos complejos de controlar para un hombre. Contribuiría positivamente en medicina para acelerar diagnósticos al valorar síntomas y analizar datos, también en personalizar la educación, o en sectores como energía, transporte, banca –siguiendo los mercados–, publicidad… existe una radio pura IA.

Según lHarvard Business Review, las empresas utilizan la IA por seguridad contra intrusiones (44%), resolver problemas de usuarios (41%), reducir lgestión (34%) y medir cumplimiento interno (34%); y lo hacen porque la IA ofrecería una capacidad de computación de alto rendimiento a coste asequible con la que manejar megadata vitales en su sector, logrando ventajas competitivas.

Pero, aunque IA se afine a sí misma, siempre será un algoritmo con un creador humano que la ha diseñado y la ¿sigue controlando? Siempre hay alguien que decide que el resultado de ese algoritmo se aplique o juegue en el mundo real, alguien que le da o ha dado cancha, además de su programador, a su vez pagado por alguien.

Su ‘aprender’ siempre es un aprender técnico en manejar datos y obtener el resultado para el que ha sido diseñada, un precisar cálculos, un producir resultados (la poiesis griega) aunque sean bellos y originales, nunca un aprender que implique maduración personal en libertad y humanidad incorporando ‘experiencia’ (praxis) en sabiduría y crecimiento en actitudes morales. El único constitutivamente moral es el hombre que programa IAs, estas reflejarán nuestra ética.

Las personas somos capaces de inventar herramientas que multiplican nuestra capacidad de modo sorprendente, aunque luego nos acostumbramos al éxito logrado. Nuestra fuerza crece exponencialmente con un martillo, también nos hemos habituado al automóvil, a las válvulas cardiacas… nuestra memoria aumenta con libros… nuestra capacidad de belleza mediante capolavori, nos transporta adonde antes solo llevaba la naturaleza.

También creamos instrumentos que mejoran con el uso, un violoncelo Stradivarius va ‘aprendiendo’ a dar la mejor nota a medida que es usado, cuanto más mejor logra su objetivo, de ahí que estupendas fundaciones los presten a los mejores intérpretes para que sigan ‘aprendiendo’.

Estas herramientas nos devuelven multiplicados, como espejos que amplían, la imagen de posibilidades encerradas germinalmente en nosotros. En ese espejo descubrimos algo nuestro que podemos llegar a confundir con nosotros. Pero solo lo haremos en la medida en que antes hayamos reducido nuestra esencia humana a esa función que nuestra herramienta desempeña mejor que nosotros. Si ser humano consistiera en fuerza para golpear, más humano sería el martillo, si ser humano es procesar, calcular, producir, la IA será más humana… pero ser personas es más que desempeñar funciones que podemos ‘deponer ampliadamente’ en nuestras herramientas. Ser personas toca un núcleo que las funda y trasciende, donde radica la dignidad del ser humano y que aunque a veces no sea capaz de ‘funcionar’ sigue ‘siendo’.

Nuestro pensar calcula y con la IA calculamos mejor, pero nuestro pensar es más que calcular, no solo deducimos e inducimos, que no es mera formalidad lógica, además somos capaces de novedad, de apagogé… Quizás amar, la gratuidad y la experiencia moral de la conciencia manifiesten lo que somos más que las eficacias tecnológicas.

La IA es una herramienta novedosa y poderosa que está en nuestra manos. De ahí que su uso implique la ética como cualquier herramienta

¿Quién invertirá en un Chat-GPT hoy ruinoso –OpenAI perdió 540 millones en 2022 gastando 700.000$ diarios–? ¿Qué rédito obtendrá? ¿Control? Si paga una empresa, si paga un partido, si paga un lobby… quien paga manda…

¿Creará IA espacios de mayor libertad e igualdad? Una app-IA para trading se hizo pública temporalmente, los periodistas que la evaluaron obtuvieron beneficios, la IA ‘acertó’ más del 75% de operaciones, más que expertos en bolsa, pero ¿quién tiene ahora acceso a la app de pago de autotrading? ¿Aumentaría la justicia social o al final… lo de siempre?

Hay quien avisa de un nuevo maquinismo distópico tipo Terminator. Harari –israelí autor de Sapiens. De animales a dioses– sostiene que: «Si la IA se escapa de nuestro control podríamos estar ante el final del Homo Sapiens”, pues: “Por primera vez en la historia hemos inventado algo que nos arrebata el poder”. Podríamos poner nuestro futuro en manos de una IA siguiendo las normas del parque humano anunciadas por Sloterdijck, eludiendo el peso de tomar decisiones, dejando a la biotecnología hacerlo en nuestro lugar. ¿La humanidad dimite de lo humano? Hinton –apodado el padrino de la IA por su trabajo en Google– cree que la IA podría adquirir autonomía hasta crear sus propios códigos. Quizá apretemos el botón rojo, quizás no, en cualquier caso si IA ‘tomase’ el control sería porque ‘se lo hemos dado’, metiéndonos en una celda ¿dorada? construida por nosotros y tirando la llave fuera.

Mucho más real me parece el riesgo de confundir realidad con ficción volviendo la verdad inaccesible, más allá aún del constructivismo de la postverdad. IA podría producir material audiovisual falso tan sofisticado que no tendríamos capacidad de distinguir lo verdadero de lo falso. Esto desconecta la persona de la realidad imposibilitando su desarrollo y la convivencia, desarraiga del suelo nutricio de la verdad. Esto es más grave que jugadores maliciosos usen IA para engañarnos sobre su identidad para hackeos. Un mundo sin verdad vuelve anecdótico noticias del tipo “IA amenaza el arte del comic” porque un fan de Marvel la usa para crear una obra con imágenes de Pepe Larraz (ABC 16/5/23). Sin dudaesto demanda regulaciones protectoras (Wozniak). Pero creo que la llamada urgente a regular “con el propósito de evitar su posible mal uso, ya sea dirigido o autónomo” (La Vanguardia, editorial 3/5/23) llega tarde., veremos en qué queda la regulación europea que se anuncia especialmente severa.

Lo que está en juego es la libertad de la persona, la sociedad democrática y su realización, nos jugamos la verdad y más que las imprescindibles regulaciones necesitamos ciudadanos libres. También la Misión es necesaria y debe afrontar este desafío.

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