“La reforma de los medios vaticanos es un repensamiento más que una reordenación”
(periodistadigital.com / José M. Vidal).- La pasada Semana Santa, el prefecto ad interim de la Secretaría de la Comunicación del Vaticano, Lucio Ruiz, se enfrentó a uno de los momentos más duros de su ya larga y dilatada carrera de más de 20 años en la Curia romana: la fake-news de la muerte del Papa Benedicto. Una historia que, como todas las de su género, había surgido de una información incompleta y falsa.
En efecto, Francisco quiso felicitar la Pascua al Papa emérito y, sin decírselo a nadie, se acercó desde Santa Marta al monasterio Mater Ecclesiae, distante unos 300 metros. Un ligero paseo por los jardines vaticanos, que llegó a oídos de algún periodista que, inmediatamente, pensó que Francisco había ido a dar la última bendición al Papa Ratzinger y lanzó la falsa noticia: «Benedicto ha muerto». La viralización fue inmediata y Lucio Ruiz estableció un gabinete de crisis, para hacerle frente.
En un primer momento, pensó en desmentir la noticia, pero desistió de la idea, tras consultar a los expertos. Todos ellos le aconsejaron que no lo hiciese: «Las fake-news no se desmienten. Si el Vaticano lo desmiente, todo el mundo creerá que confirma la noticia, porque, cuando uno niega una ‘fake’, la confirma. Lo ideal es sortear el obstáculo y desmentirla indirectamente».
Para montar la respuesta, el director de la Secretaría de la Comunicación salió a dar un paseo por el Vaticano a la misma hora que suele hacerlo el Papa emérito, hizo una foto en la que se veía a Benedictino al fondo, la colgó en las redes y, al instante, acabó con la fake-news’.
Monseñor Lucio Ruiz y su equipo tienen que hacer frente a menudo a este tipo de falsas noticias. A estas alturas ya están curados de espanto. Entre otras cosas, porque, «las fake-news’ son tan antiguas como el pecado«, como explicó el curial vaticano en la conferencia que ofreció en el bello salón de grados de la Universidad de Deusto. Un lugar realmente emblemático, que conserva la primera biblioteca de la Universidad jesuita, diseñada por José María Basterra en 1918.
Rodeado de multitud de ejemplares literarios, dispuestos a lo largo de tres galerías superpuestas, y contemplado desde el techo por un planisferio celeste, Lucio Ruiz ofreció una conferencia improvisada y distendida, pero de profundo calado y que captó la atención de los presentes.
Le dio la bienvenida el obispo de Bilbao, Mario Iceta. Tras agradecerle especialmente «la paliza de haberse levantado a las cuatro de la mañana y haber cogido dos aviones», para llegar a Bilbao, le pidió que llevase, de vuelta, el saludo de la diócesis al Santo Padre, al tiempo que contextualizaba, en dos pinceladas, la carta del Papa sobre los medios desde el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, donde se asegura que «la información es la salud de la democracia» o que «los medios deben servir para la edificación del bien común». Y concluyó, preguntándose: «¿Cómo hablar de verdad en tiempos de postverdad?». Y remitió la contestación de la pregunta al experto vaticano.
La sala, hasta la bandera. Entre los asistentes, además de monseñor Iceta, el rector de la Universidad, José María Guibert, el decano de Teología, el director del Instituto diocesano de Teología y Pastoral, Carlos García de Andoin, o el ex vicario general de la diócesis, José Mari Unzueta. En la mesa, flanqueando al conferenciante, el doctor en Comunicación por Deusto, Juan Pagola, y la directora del Observatorio Blanquerna de Comunicación, Religión y Cultura, Miriam Díez Bosch, que lo presentó como «un hombre polifacético y de personalidad poliédrica» y «uno de los principales gestores de la reforma mediática de la Santa Sede, que afecta a más de 650 personas».
Al igual que suele hacer el Papa, monseñor Ruiz dejó de lado la conferencia escrita, para improvisar una charla amena, profunda y distendida. Se le nota la experiencia y el dominio de la materia. Quizás sea una de las personas del Vaticano que más sabe de medios de comunicación y de nuevas tecnologías. No en vano, está en la sala de máquinas curial desde la época de Juan Pablo II, puso en marcha el primer acceso del Vaticano a Internet, vivió a fondo toda la etapa del Vatileaks con el Papa Ratzinger y está asistiendo, en primer persona, no sólo a la reforma de los medios vaticanos, que está efectuando Francisco, sino también al propio huracán mediático que el Papa Bergoglio encarna a la perfección.
Quizás por eso y a pesar de su experiencia contrastada, monseñor Ruiz dice estar aprendiendo «estrategias de comunicación» de Francisco, porque «es un Papa al que la comunicación le sale natural y espontánea». Una comunicación que engancha y seduce, porque «está impregnada de ternura y de misericordia» y de su «calidad humana, que es esencialmente evangélica».
De ahí la facilidad de Francisco para «hacerse carne en la cultura y provocar una enorme onda expansiva de empatía», porque «con sus palabras de misericordia acaricia» y seduce. Y quizás por eso, también puede infringir cualquier ley mediática, mientras hiela la sangre en las venas a monseñor Ruiz y a sus colaboradores. Y puso un ejemplo.
El prefecto ad interim de la Secretaría de Comunicación acostumbra a mezclarse con los peregrinos en las audiencias pontificias de los miércoles, para palpar la reacciones de la gente ante los mensajes de Francisco. La última vez que lo hizo había más de 40.000 personas en la Plaza de San Pedro. Todo transcurría con placidez, cuando, de pronto, el Papa soltó los papeles y Ruiz se puso a temblar.
-¿Saben cuál es el problema de Dios? ¡Que Dios es débil!, comenzó el Papa.
-Ya está el lío montado, se dijo monseñor Ruiz, pensando en que tendrían que salir a explicar lo que Francisco había querido decir.Pero el Papa continuó:
-¿Y saben por qué Dios es débil? Porque, cuando un pecador le pide perdón, le perdona y se olvida de su pecado para siempre.
Y, entonces, se produjo el milagro de la conexión profunda de la multitud con el mensaje del Papa, reflejada en forma de lágrimas en la gente. «Un llanto profundo de reconciliación. Yo mismo fui a confesarme. El Papa lo dijo de una manera que me mató. Fue un ejemplo perfecto de la viralización de la ternura», que, al instante, se extendió no sólo por la Plaza de San Pedro (que, por algo, tiene forma de abrazo) sino también por las redes sociales de todo el mundo.
Porque, según Ruiz, la tecnología tiene esa doble valencia de «facilitar el encuentro o la viralización de la mentira y el error, lo que implica siempre una decisión de la libertad de la persona». De ahí que «el camino para evitar la desinformación y las falsas noticias esté en la responsabilidad».
¿Qué es una fake-news?, se preguntó el conferenciante. «Decir medias verdades, mezclar vedad y falsedad o hacer un uso ilícito de la verdad». Y es que «la mentira neta es fácil de reconocer», por eso, el engaño se disfraza de verdad y «actúa como un caballo de Troya, que lleva la mentira en la panza».
A su juicio, las mentiras son como las herejías, «verdades que se vuelven locas», aunque, otras veces, se plasman en «la utilización injusta de la verdad, utilizada para denigrar al otro o para crear discordia».
Para descubrir las ‘fake-news’, monseñor Ruiz aconseja la clave de estudiar sus frutos, de comprobar si la reacción que produce es la de la discordia, porque las noticias verdaderas «siempre construyen, aunque duelan», y porque «el periodista no debe ser un falso pacificador, sino que tiene que contar la verdad, aunque duela».
Una vez descubierta, la ‘fake-news’ hay que combatirla con el «antídoto de la responsabilidad», verificando las fuentes y su veracidad, y no promocionarla o «no viralizar una verdad no confirmada», porque, de lo contrario, no nos podemos construir como personas. «Porque la verdad es un encuentro, la verdad nos edifica como personas».
De ahí el compromiso al que invita el Papa: formación para saber discernir, buscar y verificar la verdad, sabiendo que «el otro, aunque sea mi enemigo, puede decir la verdad» y que, para contrarrestar las falsas noticias, «hay que escuchar al otro y generar espacios virtuosos», en lo que ya Benedicto XVI, llamaba «era digital» y la comparaba con la mismísima «era apostólica».
Peguntado sobre las claves de la reforma mediática vaticana en marcha, monseñor Ruiz señaló que «no estamos reformando los medios, porque se hayan hecho mal las cosas, sino porque, en la era digital, tenemos que hacerlas de forma diferente». Es decir, «no se trata sólo de una coordinación, sino de un repensamiento del servicio, para ser coherentes con la cultura actual».
Una cultura atravesada por la indiferencia, a veces radical, ante la verdad entendida no sólo como verdad, sino como una realidad que nos hace libres y felices, como siempre hemos dicho y predicado. «¿Por qué a la gente no le interesa conocer la verdad?», se preguntó el curial argentino.
Y contestó asegurando que se trata «de la tragedia sin nombre», que se puede llevar por delante todo el edificio doctrinal de la Iglesia y en bloque. «El hecho de que no estmos haciendo la verdad atractiva para los otros, no es solo de una herida, que se pueda curar con una tirita, sino un cáncer», sentenció. Y el acto concluyó con una apretada ovación para el conferenciante y unas palabras de agradecimiento del Rector de la Universidad de Deusto, José María Guibert.