Introducción
«. y entrando en la morada hallaron al Niño con María, su Madre, y postrándose le adoraron, y abriendo sus tesoros le ofrecieron presentes de oro, incienso y mirra». Este pasaje del Evangelio según San Mateo nos trae a la memoria a aquellos hombres que habiendo contemplado en el firmamento una estrella singular, emprendieron una larga jornada siguiendo la ruta que el astro señalaba: los Magos del oriente. No tenemos muchos datos sobre estos personajes, pero es posible concluir que fueron hombres sabios dedicados a las ciencias, entre ellas la astronomía. Desde esta perspectiva, podemos considerar que estos hombres poseían una técnica avanzada para su tiempo -con instrumentos adecuados- para la observación del firmamento y las estrellas. Según algunos autores estos misteriosos Magos utilizaron su saber, su ciencia y su conocimiento técnico en la búsqueda de un Rey, que según antiguas tradiciones habría de gobernar a las naciones. Finalmente encontraron al Rey, pero no se trataba de cualquier rey sino del Rey de Reyes, el Verbo de Dios que se hizo Hijo de la Inmaculada Virgen María para reconciliación de toda la humanidad. Y contemplándolo, se postraron adorando al Niño redentor y ofreciéndole sus preciosos dones.
He querido resaltar en este hermoso pasaje de la Epifanía del Señor, la ciencia y la técnica que poseían los Magos del Oriente. Ellas, lejos de haberlos conducido por caminos errados permitieron que llegaran ante Aquel que da sentido pleno a todo el quehacer humano, incluyendo a las mismas ciencia y técnica. Esto nos sitúa en la perspectiva de lo que señala elCatecismo de la Iglesia Católica: «La ciencia y la técnica son recursos preciosos cuando son puestos al servicio del hombre y promueven su desarrollo integral en beneficio de todos; sin embargo, por sí solas no pueden indicar el sentido de la existencia y del progreso humano. La ciencia y la técnica están ordenadas al hombre que les ha dado origen y crecimiento; tienen por tanto en la persona y en sus valores morales el sentido de su finalidad y la conciencia de sus límites». Pero no siempre se da este sentido y valoración de la técnica. Incluso se puede añadir que la complejidad del desarrollo tecnológico presenta numerosas ambigüedades, esto es que ofrece luces y sombras para la vida del ser humano y su convivencia social.
Profundas interrogantes
«En nuestros días, el género humano, admirado de sus propios descubrimientos y de su propio poder, se formula con frecuencia preguntas angustiosas sobre la evolución presente del mundo, sobre el puesto y la misión del hombre en el universo, sobre el sentido de sus esfuerzos individuales y colectivos, sobre el destino último de las cosas y de la humanidad». Este planteamiento formulado por el Concilio Vaticano II hace tres décadas mantiene la misma vigencia, y quizá podríamos decir que incluso tiene mayor fuerza hoy que en aquel entonces. El Concilio ofrece un horizonte de cara al tercer milenio. Así, por ejemplo, la constitución Gaudium et spes ofrece un claro análisis de la situación del ser humano situado en un mundo que entonces como hoy se abre al tercer milenio de la fe. Por ello vale la pena situarnos en esa valiosa perspectiva en nuestras reflexiones.
En los días del Concilio, la Iglesia, con plena consciencia de lo permanente, pero al mismo tiempo sensible a los cambios profundos, se preguntaba por la situación de la persona humana en el mundo, buscando «escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio». El primer rasgo que señalan los Padres Conciliares es que «el género humano se halla hoy en un período nuevo de su historia, caracterizado por cambios profundos y acelerados, que progresivamente se extienden al universo entero». Son cambios provocados por «el hombre con su inteligencia y su dinamismo creador; pero recaen luego sobre el hombre, sobre sus juicios y deseos individuales y colectivos, sobre sus modos de pensar y sobre su comportamiento para con las realidades y los hombres con quienes convive. Tan es esto así, -sigue la Gaudium et spes– que se puede ya hablar de una verdadera metamorfosis social y cultural». Las profundas transformaciones e interrogantes de las que habla el Concilio, tienen connotaciones de orden social, cultural, psicológico, moral, religioso y familiar. Y en medio de estos cambios profundos, la Gaudium señalaba ya, con extraordinaria claridad, que «el espíritu científico modifica profundamente el ambiente cultural y las maneras de pensar. La técnica, con sus avances, está transformando la faz de la tierra».
Hoy en día, pasadas más de tres décadas, podemos contemplar unos avances tecnológicos -quizá de dimensiones mayores a las vislumbradas por los Padres del Concilio-, que se pueden situar en el vertiginoso cambio ya constatado en la enseñanza conciliar. Las interrogantes entonces aplicadas respecto al desarrollo de la técnica, cobran hoy en día especial relevancia. La situación actual de la tecnología y la experiencia de los últimos años nos permiten suponer un crecimiento cada vez más acelerado y complejo de lo que se viene llamando «nuevas tecnologías». Esta realidad y el horizonte que se prevee se presenta colmado de grandes promesas y al mismo tiempo de inmensos desafíos; cargado de esas «esperanzas y temores» de las que habla la Gaudium et spes.
Tecnocentrismo
La complejidad del desarrollo tecnológico viene suscitando en el mundo posiciones muy diversas. Diferentes calificativos han ido apareciendo para identificar las actitudes opuestas de rechazo y de entusiasmo: tecnófobos ytecnófilos, son quizá de las expresiones más conocidas; apocalípticos eintegrados, título de un libro de Umberto Eco publicado en 1965; o tambiénhumies y techies, en relación a aquellos con una tendencia más humanista -los primeros- y más instrumental -los segundos-.
Los así llamados tecnófobos rechazan -en mayor o menor grado- los sistemas o adelantos tecnológicos, viendo en ellos principalmente graves consecuencias para el desarrollo de la persona humana y la sociedad. Muchas veces este rechazo de la tecnología manifiesta un cierto anhelo de un mundo sin tecnología, un supuesto mundo «pre-tecnológico» -que ciertamente nunca ha existido- en el que el ser humano sería capaz de vivir y desplegarse sin recurso alguno a la tecnología. Por su parte, los llamadostecnófilos -también, en un mayor o menor grado- consideran que en los avances de la tecnología y en su desarrollo, la humanidad sería capaz de hallar todo lo necesario para su «plena realización», usualmente en una reductiva perspectiva intramundana. Vislumbran un futuro tecnológico de características «casi paradisiacas», una suerte de «utopía tecnológica».
Aunque las dos posiciones aportan elementos sugerentes para la reflexión, la polarización de las posturas lleva a reducciones y simplificaciones de la realidad. Ambas tendencias dirigen su atención a la tecnología y lo que sería el futuro tecnológico, en un caso para rechazarla y en el otro para acelerar su llegada, con los matices señalados. Sin embargo, en su aproximación a la tecnología ambas caen en el vicio de otorgar a la técnica, en relación al ser humano y a la sociedad, un papel demasiado protagónico, cayendo en lo que se ha denominado tecnocentrismo. Vistas desde tal filtro, por ejemplo, las incidencias de los instrumentos técnicos sobre la identidad personal e incluso comunitaria aparecen como determinantes sobre la identidad del sujeto y en consecuencia sobre la comunidad. Pero, partiendo de este vicio de perspectiva, las conclusiones a las que pueden llegar los agoreros quedan bastante distorsionadas por los presupuestos de los que parten, más aún si el análisis se realiza sobre un sector patologizado de la población.
El tecnocentrismo, coloca a la técnica como centro de la reflexión en torno a la cual gira toda la aproximación a la realidad. Desde esta perspectiva la tecnología se convierte en un filtro -incluso en «el» filtro- de las demás expresiones de la experiencia humana y de la cultura. Por esta razón, es necesario ante todo cuidarse de no caer en ese reduccionismotecnocéntrico que manifiestan ambas aproximaciones mencionadas -la de los tecnófilos y la de los tecnófobos-.
El tecnocentrismo del que venimos hablando lleva también a que se le otorgue a la tecnología una autonomía fundamental en relación al ser humano. Más aún se le confiere un carácter determinante que conduce a undeterminismo tecnológico, por el cual la tecnología influiría de tal manera sobre el ser humano y su cultura que todo sería condicionado por ella y más aún determinado por ella. Desde esta aproximación, las diversas realidades humanas y la cultura en general no sólo se ven afectadas sino más bien se ven modeladas por la tecnología imperante. Ciertamente hay que decir que una perspectiva tal puede llegar a «cargar» el uso práctico de las tecnologías dotándolas así de efectos que como un «presente griego» se introducen en su uso a través de dichos presupuestos sesgando su impacto en el ámbito del uso práctico.
Algunos autores interpretando la conocida expresión «el medio es el mensaje» de Marshall McLuhan ven en ella una expresión de esta visión determinista. Las interpretaciones de su frase-metáfora van en la línea de que para McLuhan el medio no sólo condiciona la expresión del mensaje, sino que hace más: el medio corrompe o modela de tal manera el mensaje que llega incluso a identificarse con él. En esta afirmación de McLuhan no se puede dejar de advertir que se le da una importancia desmedida a los mediosy a sus tecnologías, en desmedro del resto de factores que influyen en la persona, en la comunicación, en la sociedad y en una determinada cultura. Resulta por lo menos sorprendente que se postule una metamorfosis de los valores, la educación, la familia y tantos otros factores al medioconvirtiéndolo así en el megafactor o quizá en el principal factor de configuración de una cultura. Sin ignorar las influencias del medio sobre la persona y sobre la sociedad misma, parece un exceso dotarlo de esa función «totalitaria».
Un análisis más profundo del reduccionismo tecnocéntrico, nos lleva a considerar una cierta mentalidad tecnologista que hunde sus raíces en elRenacimiento y se afianza en la Ilustración. Uno de sus componentes principales es un reduccionismo metodológico que «recorta la realidad a lo mensurable, a grosores, longitudes; a lo material en última instancia». Se puede llegar incluso a hablar de una cierta ideología tecnologista, que tendría como una característica importante el agnosticismo funcional que Luis Fernando Figari señala como «la prescindencia y más aún banalización de Dios, que lleva a su marginación fáctica de la vida y de la cultura, y a su sustitución por los ídolillos de siempre (poder, tener y experimentar placer a cualquier costo), claro que debidamente maquillados para el tiempo presente». Esta suerte de ideología tecnologista, es pues en su esencia secularista y por lo tanto prescinde de Dios y de la dimensión trascendente del ser humano. La actitud básica es la indiferencia y finalmente un endiosamiento de la tecnología y de la mentalidad tecnologista, haciendo de la técnica un ídolo, es decir generando una tecno-idolatría. La técnica, en el caso de los Magos del oriente les permitió alcanzar la Luz, la Verdad de Dios hecho hombre. La idolatría de la técnica es más bien un sendero que conduce a la oscuridad, al error y en cierto sentido es una reedición o prolongación de aquella funesta actitud del «querer ser como dioses» del relato del Génesis.
Autor: Eduardo Regal
Publicado en ACIPRENSA