(ultimahora.com, Paraguay).- Polifacético y dicharachero. Así se califica monseñor Ricardo Valenzuela, flamante obispo de la capital espiritual del país. Siendo estudiante de Medicina, sintió el llamado de servir a Dios mediante el sacerdocio. Le gusta el fútbol, aunque de joven fue tenista amateur en el Asunción Tenis Club. Hijo de militar aviador, cuenta que emplea de forma estratégica todos los medios a su alcance para «ganar el corazón» de la gente. Escucha música, desde rock hasta cumbia, y afirma estar al día con las películas que pasan por televisión. Todo esto le permite manejar el lenguaje con los jóvenes sin mencionar las redes sociales: en Facebook tiene 4 perfiles, los cuales son manejados por su secretaria. «Monse salió», ironiza sobre lo que ocurrirá en los grupos de WhatsApp que comparte con centenares de fieles de la Diócesis de Villarrica.
–Dicen que le gusta la música y es polifacético; entonces, como dice una canción, ¿a qué dedica el tiempo libre?
–(Risas) Trato de conocer las vivencias y hobbies que la gente tiene, especialmente de la juventud. Me meto en eso para conocer, de manera a tener temas de actualidad, para conversar y compartir con ellos. Veo películas para poder ver qué ellos pensarían, opinarían; música también. Me interesa bastante todo lo que son los instrumentos musicales, porque cuando era joven tocaba la guitarra.
–¿Qué músicas le gusta?
–Me encanta el rock and roll, nací con el rock and roll, continué y sigo vibrando. Para comenzar soy un beatlemaniaco. Me tocó la época de la beatlemanía. Después los Bee Gees, no cambio eso. Hoy no conozco tanto los nombres de los conjuntos actuales, escucho nomás. Pero siempre escucho de todo: reggaetón y las cumbias también para saber qué dicen las músicas; a veces no tienen un mensaje que dar, sino que repiten cosas, pequeñas frases sin sentido.
–¿En cuánto le ayuda todo esto para la evangelización?
–Yo soy hijo de militar y como tal me encantan las estrategias. Fui cadete, cimeforista, pero no seguí la carrera militar. Es muy importante conocer las estrategias porque te da todo lo que vas a usar para combatir y ganar una batalla. Y de Napoleón aprendí todo eso: conocer bien al enemigo y todo lo que tiene; segundo, el terreno en el que se va a luchar, y tercero, con qué elementos cuento para ver si voy a ser capaz de vencer o no. Lo mismo uso eso para ver cómo conquistar el corazón de la gente, de los niños, adolescentes, adultos y ancianos. Armo una estrategia para apartarles del pecado. Veo qué es lo que tengo que aprender para conquistar a los jóvenes, entonces rápidamente pesco cosas y lo mismo con los matrimonios, veo qué es lo que tengo que decirles.
–¿Eso le llevó a incursionar en redes sociales? Tiene 4 perfiles en Facebook.
–Tengo una secretaria que me ayuda en eso: me pone al tanto de lo que hay que poner, alzar una foto o un video porque no hay tiempo para revisar todo. Cuando puedo respondo, pero la gente ya sabe que es más práctico y más rápido por el WhatsApp.
–¿En cuántos grupos de WhatsApp está presente?
-Estaré cerca de los 70 grupos más o menos; son de movimientos, de comisiones, grupos de jóvenes, equipos, etc.
–Ahora va a tener que renovar varios grupos con su paso a Caacupé…
–Sí, ellos ya saben. Lo más doloroso va a ser ver: ‘Monse salió’ (del grupo). Acá (la diócesis de Villarrica) prácticamente todos me dicen ‘Monse’.
–¿Usa el WhatsApp para evangelizar también o solo para cuestiones operativas?
–Todos los medios que están al alcance los voy a usar, aunque siempre hay que poner reglas, qué cosas compartir y qué no. Yo voy midiendo y calibrando qué es lo que desean las personas, la dirección que toman y qué quieren hacer. Estar participando en los grupos de WhatsApp me ayuda a calibrar el estado espiritual y social de la gente. Para mí es muy útil.
–¿Cuánto tiempo dedica?
–Cada uno tiene su momento. Suelo hacerlo en tres momentos: uno a la mañana temprano, en el desayuno; otro, después del almuerzo y, a la noche, desde las nueve y media hago una revisión general.
–¿Es una guía para la homilía del domingo también?
-Sin lugar a dudas, ahí (en los grupos) vas palpitando lo que va pasando en el trascurso del día. A mí me sirve muchísimo. A veces en la homilía digo: en el WhatsApp corrió tal cosa y entonces para la gente es importante saber que estamos al día. Es sumamente útil, todo depende del tipo de uso que se le dé.
–¿El mismo método tiene con las películas y las músicas?
–Por supuesto, cuando nos reunimos en grupos, preguntan qué vamos a cantar y, por ejemplo, el karaoke a mí siempre hacen cantar: Antonio Solís, Selena, Gilda, entre otros.
–¿Qué deportes le gusta?
–Jugaba mucho al fútbol desde chico. Después incursioné en el campo del tenis también; fui jugador del Asunción Tenis Club.
–¿En qué momento sintió el llamado para ser cura?
–Fue cuando era estudiante de Medicina. Tenía 21 años y me llamó poderosamente la atención ver de cerca y tocar los cadáveres en la morgue. En una oportunidad, un médico me pidió que lo ayude; fuimos a buscar un cadáver y me pidió que le cortáramos la cabeza. Le cortamos y yo me quedé atajando, del cabello, la cabeza. Ese fue un momento crítico para mí porque era la primera vez que hacía algo así. Eso me produjo una especie de shock a la noche. Y, a partir de ahí, empezó para mí el hecho de pensar en el más allá, en la vida y en Dios. Así fue cómo incursioné en el campo de la mística, de la religión y terminó en el deseo de querer ser sacerdote.
–¿Qué especializaciones realizó como sacerdote?
–Después de terminar mi curso en la Facultad de Teología, el arzobispo en aquel entonces, monseñor Ismael Rolón, me envió a Roma a estudiar Derecho Canónico. Trece años después de ser párroco y enseñar en la Facultad, el papa Juan Pablo II me nombró obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Asunción. A partir de ahí comenzó todo este caminar mío como pastor.