¿Puede (o debe) la nueva “promesa” de Facebook ofrecer algo más que una extensión virtual y prostética de nuestras capacidades y funciones ya naturales? ¿Lo necesitamos siquiera?
(es.aleteia.org).-El 28 de octubre, Mark Zuckerberg anunció que Facebook (no la red social, sino la marca de la empresa en general) ahora pasará a llamarse Meta. No es necesario tener formación clásica para saber que la partícula griega meta significa, literalmente, “más allá”. El nombre nuevo no tardó en ser objeto de burlas, irónicamente, en muchos tablones de Facebook: según la mayoría de las críticas, con Meta, Zuckerberg únicamente intenta ir “más allá” de los múltiples escándalos por los que ha pasado la empresa en el pasado reciente, desde vender información de los usuarios hasta contribuir deliberadamente a la polarización política.
Sin embargo, el gigante azul de los medios sociales no solamente sigue sintiendo los efectos de una crisis de confianza desde hace años. Su situación también incluye que la mayoría de sus usuarios actuales están, demográficamente hablando, “más allá” del target ideal de edad. El público central de Facebook está envejeciendo rápidamente y, por consiguiente, sus usuarios quizás no sean necesariamente tan duchos en tecnología (y, por tanto, no tan entusiastas y dependientes de la tecnología) como lo son los mil millones de usuarios mensuales que TikTok ha sido capaz de acumular. Con unos usuarios no capaces (o no dispuestos) de adaptarse a las nuevas tecnologías y de cambiar sus hábitos tecnológicos, las posibilidades de innovación son, obviamente, escasas. Facebook tiene poco margen de maniobra.
Esto genera a Zuckerberg, al menos, dos problemas diferentes. El primero es bastante obvio. Según explica el periodista de tecnología Kevin Roose, los usuarios más jóvenes simplemente están abandonando las aplicaciones bajo el paraguas de Facebook o Meta (Facebook, Instagram, Whatsapp) en favor de otras aplicaciones nuevas y “más actuales” (TikTok, como se ha dicho antes, pero también Snapchat o Telegram). El problema de Facebook con la juventud “todavía no le ha afectado financieramente, pero los ingresos publicitarios son un indicador rezagado, y hay mucha evidencia de que incluso Instagram, la aplicación supuestamente saludable en la cartera de Facebook, está perdiendo la atención de los adolescentes y los veinteañeros”, concluye Roose.
El segundo problema es Meta en sí. Al menos para Zuckerberg, “Meta” es más que un cambio de marca: el nombre en sí es una promesa y la posibilidad de traer a la vida por fin una de sus obsesiones vitales. Zuckerberg pretende crear un metaverso.
¿Qué es un metaverso?
Según Roose, Meta es “la vía de escape de Zuckerberg”. Una estrategia que, si es capaz de cumplir (y es un gran si), de verdad podría dar a Facebook la oportunidad de regresar a su antigua gloria: “Zuckerberg pintó una imagen del metaverso como un mundo virtual limpio y bien iluminado”, escribe Roose, “al que en un principio se ingresará con dispositivos derealidad virtual aumentada, y después se podrán incorporar sensores corporales más avanzados para que las personas puedan jugar juegos virtuales, asistir a conciertos virtuales, ir de compras para tener artículos virtuales, coleccionar arte virtual, pasar el rato con los avatares virtuales de los demás y asistir a reuniones de trabajo virtuales”.
La explicación de Manuel G. Pascal es un poco más detallada:
Llevando gafas especiales de realidad aumentada (por supuesto, desarrolladas por Oculus, otra compañía tecnológica propiedad de Zuckerberg), el usuario tendrá acceso a un espacio inicial básico, más o menos como su perfil propio de Facebook. Solo que este espacio es una casa, su personal Horizon Home. Una vez “en casa”, el usuario podrá interactuar con sus contactos. El tipo de conversación que se tendría en un grupo de WhatsApp, podría trasladarse fácilmente a la cocina del Horizon Home del usuario, con los avatares de los miembros del grupo moviéndose libremente por la sala. Sin embargo, una integración del mundo real con estos entornos virtuales también está, bueno, en el horizonte: las proyecciones holográficas, en el mundo real, de estos mismos avatares virtuales también terminarían por estar disponibles.
(Por supuesto, Horizon Marketplace estará cerca del usuario para ayudarle a comprar todo lo que necesite para hacer de su Horizon Home un lugar cálido y acogedor. Lo mismo se aplica a las oficinas de trabajo virtuales que estarán disponibles en Horizon Workrooms).
Un salto a lo totalmente virtual o lo totalmente híbrido.
La pregunta es si los usuarios necesitarán (o querrán) realmente dar ese salto a lo “totalmente virtual” o siquiera a lo “totalmente híbrido”.Es más, no está claro siquiera si el supuesto desdibujado de la distinción entre el mundo virtual y el real es tan atractivo a fin de cuentas. Como explica el filósofo peruano Victor J. Krebs, debido a la preeminencia de lo “virtual” en nuestras vidas (especialmente durante y después del confinamiento), nuestra comprensión de lo “virtual” ha de revisarse críticamente una y otra vez.
En un libro de publicación reciente sobre la “virtualidad humana y la vida digital”, Human Virtuality and Digital Life, Krebs analiza nuestro entendimiento de lo virtual como una mera extensión prostética de nuestras capacidades y funciones ya naturales (lo cual parece ser la aspiración de Meta). La mayoría de las veces, lo virtual se concibe bien como una mejora (realidad “aumentada”) o bien como una copia del universo ya existente (realidad “virtual”). Sin embargo, explica Krebs, la idea de lo “virtual” se vinculaba originalmente, incluso etimológicamente, con las potencialidades. La palabra virtualis en latín medieval deriva del latín original virtus, que no significa necesariamente “virtud” (como podría asumirse obviamente), sino más bien “potencia”, designando la capacidad que tiene uno para ser o hacer algo potencialmente: una semilla es potencialmente (virtualmente) un árbol, y un árbol es potencialmente (virtualmente) una cabaña de madera. Un ser humano es potencialmente… bueno, justo ahí está el problema: ¿puede el metaverso de Zuckerberg ayudar a sus usuarios a convertirse en lo que son potencialmente? En otras palabras, puede este mundo virtual paralelo aunque integrado y basado en la realidad aumentada convertirse de verdad en la especie de ágora-centro comercial-estadio-cafetería que aspira a ser y ayudar a sus usuarios a desarrollar su potencial humano pleno? ¿Puede Meta,en las palabras claras y sin rodeos de Manuel G. Pascual, mejorar el mundo 17 años después de fomentar (a sabiendas o no) algunos de los peores males que lo afligen en la actualidad?
Según escribe el periodista Charles M. Blow, el metaverso de Zuckerberg, como suele ser con todas las cosas nuevas, quizás atraiga a algunos, puede que a millones, tal vez incluso a la mayoría. Sin duda, los medios sociales tienen muchas virtudes: “Después de seleccionar con cuidado a las personas, instituciones y medios que sigo, ahora encuentro más información de la que podría haber imaginado, más información de la que puedo procesar. De verdad es una sobreabundancia de riquezas”. Sin embargo, continua Blow, también “tienen tanta fealdad, (…) tanta desinformación y manipulación, que su prominencia en mi vida, entendí, causaba más problemas que beneficios. He intentado reorientarme sobre todo hacia el mundo real (incluso se siente extraño escribir eso). Para escribir más cosas que no comparto en línea de inmediato. Escribir por la idea y no por el impacto viral, cosas que quizás no gusten a nadie, pero son cosas que de todos modos quiero intentar plasmar en su forma más clara”. Hacer que todas estas “realidades” colisionen en un único espacio no parece ser necesariamente lo que algunos usuarios podrían estar anhelando, después de todo.
En cualquier caso, el metaverso de Zuckerberg aún no es más que una promesa, así que no, no tendrías por qué preocuparte demasiado por ello. Al menos por ahora. Si será o no adoptado de forma masiva por los miles de millones de usuarios que siguen en Facebook es, ciertamente, una apuesta que va “más allá” de los parámetros de cualquier predicción viable.