(catholic-link.com).-Sabemos que la mentira es un pecado directamente señalado por el 8vo mandamiento: «No darás falso testimonio ni mentirás». Pero ¿qué sucede cuando uno comparte una noticia que resulta falsa? ¿Cometo también una falta?
Definitivamente, compensa ser cauto a la hora de reenviar lo que nos llega. Actuar con ligereza puede convertirnos en cooperadores del mal. Es más, en algunos países, difundir mensajes falsos puede costar una pena de hasta un año de prisión. ¿Y en el cielo?
Siempre han existido las noticias engañosas, pero a partir del crecimiento exponencial de las redes sociales, las fake news han proliferado a lo largo y ancho del planeta. De hecho, este término se ha popularizado y se utiliza para conceptualizar la divulgación de noticias falsas que provocan un peligroso círculo de desinformación.
Las redes sociales permiten que los usuarios sean productores y consumidores de contenidos a la vez, y han facilitado la difusión de contenido engañoso, falso o fabricado. Así se genera un circuito vicioso, y una noticia falsa se replica miles de veces en cuestión de segundos.
En los últimos tres años hemos visto cómo el contenido incendiario, extremista y que busca parcializar a las personas, aunque no tenga nada de veraz, termina haciéndose más viral que cualquier hecho real. Lo señala el Papa Francisco en su último mensaje para las comunicaciones sociales del 2019:
«Internet representa una posibilidad extraordinaria de acceso al saber; pero también es cierto que se ha manifestado como uno de los lugares más expuestos a la desinformación y a la distorsión consciente y planificada de los hechos y de las relaciones interpersonales, que a menudo asumen la forma del descrédito».
1. La manipulación de la verdad
Lo que se busca al estar divulgando falsas informaciones es generar humor, reforzar o extender creencias erróneas, además de crear miedo y pánico en la sociedad. Se comparten y viralizan más rápido porque generan más asombro. El Papa advierte sobre las fake news: «nos hemos acostumbrado a comer el pan duro de la desinformación y hemos terminado presos del descrédito».
Este hecho no es nuevo. La historia está repleta de estas manipulaciones que en su día eran fake news y con los años se convirtieron en algo aceptado por muchos. La Iglesia Católica no escapa a estos ataques, es más, ha sido una de las grandes víctimas.
Hace siglos era en libelos y panfletos y ahora son en redes sociales y páginas web. Desde el nacimiento de la Iglesia en Pentecostés a nuestros días, numerosas informaciones han pretendido hacer daño manipulando, retorciendo o inventando la verdad.
Algunas han sido especialmente graves, buscan exacerbar los ánimos o desprestigiar, como el bulo difundido en abril de este año: «Un Cardenal dijo que la pederastia en la Iglesia es culpa de los niños» y, de la que se hicieron eco diversos medios de comunicación mexicanos, hablando que el Arzobispo Emérito de México, Cardenal Norberto Rivera, habría culpado a los menores de «tentar» a los mayores en los casos de pederastia cometidos por miembros de la Iglesia.
Sin embargo, se trata de una mentira muy mal intencionada, inventada años atrás. Una de las figuras sobre las que más se crean noticias falsas es del Papa Francisco, unas veces poniendo en su boca frases que no son ciertas, o que están completamente fuera de contexto, otras veces inventando discursos completos.
El problema se puede agudizar cuando algunos medios de comunicación se hacen eco y los publican como noticias. La situación se complica cuando en lugar de referirse a hechos, se publican solo las supuestas citas o entrecomillados.
2. Quiénes difunden más las noticias falsas
Investigadores de las universidades de Nueva York y Princeton publicaron recientemente los resultados de un estudio revelador sobre las noticias falsas en Internet, y descubrieron que su propagación es más común entre los mayores de 65 años que en cualquier otro grupo. Por lo tanto, no es la inclinación ideológica, ni la preferencia partidista, ni la salud mental, ni las características demográficas: el factor determinante para compartir fake news en las redes sociales suele ser la edad.
Según la investigación el 11% de los usuarios de 65 años o más han compartido algún artículo de fake news en Facebook, mientras que solo lo hicieron el 3% de las personas de entre 18 y 29 años. El estudio es innovador porque, además de tomar los datos y percepciones de la muestra, también pidió permiso para comparar sus respuestas con los contenidos publicados en sus perfiles en la red social, registrando de esta forma el comportamiento real de los usuarios.
En el estudio, las personas de más de 65 años difundieron dos veces más fake news que los adultos con edades entre 45 y 65, y siete veces más que el grupo más joven. Para dar con estos resultados, los investigadores utilizaron una lista de sitios de los que se ha comprobado la falsedad del grueso de sus informaciones.
3. Por qué funcionan las fake news
La herramienta que más se utiliza para fines de desinformación es WhatsApp, también propiedad de Facebook, que ha tenido un considerable impacto en países como Brasil o India.
En Whatsapp circula más desinformación que en otras redes por su propia naturaleza. No es lo mismo difundir algo falso en Twitter, donde puede venir alguien a desmentirlo, que en Whatsapp donde nadie lee nuestras conversaciones. De todas formas, también han empezado a tomar medidas para combatirlo: reducir el número de mensajes reenviados (de 20 a 5) y
eliminar cuentas que violan sus cláusulas como hacer «spam».
En las redes sociales, en general se comparte contenido creado por otras personas: marcas, creadores, amigos, YouTubers. Pero, ¿por qué se hace? Después de revisar numerosos artículos sobre el tema, llegamos a la conclusión que puede parecer un poco inquietante: porque es socialmente gratificante o defiende mis ideas, sin importar que sean ciertas.
Así sucedió hace pocas semanas. En múltiples medios se replicó una noticia que no dejaba muy claro de dónde había obtenido su información: aparentemente, un niño habría sido asesinado por sus madres, una pareja lesbiana, porque se negó a usar ropa de mujer. Sin embargo, la Fiscalía de Guanajuato, que investiga el crimen, negó categóricamente que haya ocurrido algo semejante. (Puedes ver la noticia en este link).
4. Al compartir pongo mi sello personal
Cuando compartimos un contenido, una noticia, le ponemos un sello personal, de alguna forma decimos que creemos en esa información. Y de la misma forma que hemos enviado ese contenido, la persona que lo recibe tiene también la sensación de que es bueno volverlo a compartir para que se «beneficien más personas».
Todo esto con solo un poco de esfuerzo, ya que simplemente se debe presionar un botón. Es importante estar seguros de que lo que compartimos es información verdadera. Sino, podemos estar ayudando a difundir fake news. Admitámoslo, cuando se comparte algo en Internet, a título personal, la propia credibilidad, reputación y popularidad están en juego.
Compartir noticias de las que no estás seguro, puede ser calumniar o difamar. Difamar, es quitar la fama al otro, diciendo de él, en su ausencia, cosas malas que los que escuchan no conocen, y que no hay por qué decirlas, aunque sean ciertas. Calumniar es una acusación o imputación falsa hecha contra alguien con la intención de causarle daño o de perjudicarle.
El Papa Francisco nos recuerda que hablar mal de otro es matar, porque la raíz es el mismo odio: «no tienes el valor de matarlo o piensas que es demasiado, pero lo matas de otra manera, con las habladurías, las calumnias, la difamación». En el Evangelio escuchamos las palabras de Jesús «Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano «imbécil», tendrá que comparecer ante el Sanedrín y si lo llama «necio» merece la condena de la gehenna del fuego».
Por eso el Papa Francisco recuerda «cuando escuchamos personas que se dicen cosas feas», hay que recordar siempre que llamando «imbécil» o «necio» se mata al hermano, porque el insulto «tiene una raíz de odio».
La facilidad de las redes sociales para compartir contenidos nos ha llevado a tener el poder de la difamación a niveles nunca antes conocidos y a solo un click de distancia. El mal producido al compartir estos contenidos tiene consecuencias que no podremos jamás llegar a comprender.
Decía Cicerón: «Nada se expande tan rápido como la calumnia, nada se lanza con más facilidad, nada se acoge con más presteza ni se difunde más ampliamente». Repetir los insultos, o desacreditar a otros porque nos parece divertido es continuar llamando «imbécil» o «necio» a una tercera persona que tal vez no conocemos. Esto es difamación, y por lo tanto, es moralmente inaceptable.
Señala el Catecismo de la Iglesia Católica que se trata de un pecado contra la justicia, por lo tanto, requiere reparación. Reenviar un mensaje es algo sumamente sencillo, pero debemos estar seguros de que se trata de una información veraz, que no difama o calumnia a nadie. Si tenemos dudas, es mejor no compartir, puede tratarse de fake news.