Las redes sociales están envalentonando a la gente para que cruce los límites y se comporte de manera extrema
(aleteia.es).-En Estados Unidos ha causado revuelo el brote de antisemitismo tras el asesinato, a manos de R.B., un sujeto que penetró en la sinagoga Tree of Life (Árbol de la Vida) y mató a once personas que estaban rezando el pasado sábado 27 de octubre en la ciudad de Pittsburgh (Pensilvania).
Un reportaje de The New York Times (NYT) firmado por Sheera Frenkel, Mike Isac y Kate Conger da cuenta de un hecho que se repite en todos los tiroteos masivos, pero con mayor redundancia cuando se trata de personas judías (aunque también los hispanos, los afroamericanos, los musulmanes, los homosexuales…): el discurso de odio que invade las redes sociales.
En el caso del múltiple asesinato de la sinagoga, los reporteros de NYT realizaron el 29 de octubre, una búsqueda en Instagram, la plataforma propiedad de Facebook, para compartir imágenes. Este simple hecho “produjo un torrente de imágenes y videos antisemitas publicados en la plataforma después del tiroteo del sábado”, escriben en su reportaje.
Culpables de todo
Más adelante, llevaron a cabo una búsqueda con la palabra “judíos” en Instagram. Ésta recuperó 11.696 publicaciones con la etiqueta #JewsDid911 (“Los judíos son responsables del 11s), mediante la que se afirmaba que los judíos habían organizado los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 a las Torres Gemelas.
Otras etiquetas en Instagram hacían referencia a la ideología nazi, entre ellas el número 88, una abreviatura utilizada para el saludo nazi Heil Hitler.
“Las publicaciones de Instagram mostraron una dura realidad. A lo largo de los últimos diez años, las compañías de redes sociales de Silicon Valley han expandido su alcance e influencia hasta los rincones más remotos del mundo. Sin embargo, se ha vuelto muy evidente que las empresas jamás entendieron del todo las consecuencias negativas de esa influencia ni lo que deben hacer al respecto —y que no pueden volver a meter al genio en la lámpara—.”, escriben los reporteros de NYT.
Valentones de tres al cuarto
Casi todo el mundo hemos sido víctima de bravucones embozados que se “arman” de valor escudándose en identidades falsas para atacar a quien consideran “enemigo”. Es una verdad del siglo XXI. Pero una cosa son los ataques personales y otra, mucho más peligrosa, son los discursos de odio contra una raza, un color de piel, una creencia religiosa o, simplemente, por ser mujer…
“Las redes sociales están envalentonando a la gente para que cruce los límites y se comporte de manera extrema respecto a lo que está dispuesta a decir para provocar e incitar a otros”, comentó Jonathan Albright, director de investigación en el Centro Tow para el Periodismo Digital de la Universidad de Columbia a NYT.
“Está claro que el problema está creciendo”, recalcó el investigador estadounidense. Y esto no es privativo de Estados Unidos. Es, prácticamente, un reporte de la situación global. En el mundo –de acuerdo con un estudio de Amnistía Internacional—23 por ciento de las mujeres usuarias de redes sociales han sufrido alguna clase de acoso.
Repercusiones fuera de control
Las repercusiones de la incapacidad de las redes sociales para manejar la desinformación y el discurso de odio se han manifestado fehacientemente en días recientes.
Por ejemplo, dicen los periodistas de NYT, Cesar Sayoc, quien fue acusado de enviar artefactos explosivos a demócratas destacados, se radicalizó a causa de publicaciones partidistas en Twitter y Facebook. R. B, el asesino de la sinagoga de Pittsburgh, publicó algo sobre el odio que siente por los judíos en Gab, una red social que comenzó operaciones hace dos años.
En Birmania, por ejemplo, las fuerzas armadas han utilizado mensajes editados en Facebook para fomentar ansiedad y miedo contra la minoría de los rohinyás musulmanes. O en India, historias falsas en WhatsApp sobre secuestros de niños provocaron que multitudes asesinaran a más de una decena de personas este año…
¿Es posible detener esta avalancha?
Voceros y directivos de las redes sociales han señalado que identificar y eliminar el discurso de odio y la desinformación (las famosas “fake news” como las que se usan en las campañas políticas, recientemente en la de Brasil) —o incluso definir lo que constituye ese tipo de contenido— “es difícil”.
NYT recuerda que un estudio por parte de investigadores del Instituto de Tecnología de Massachusetts halló que era 70 por ciento “más probable que se compartieran mentiras en Twitter que noticias fidedignas”.
Facebook, Twitter y YouTube han anunciado planes para invertir grandes cantidades en inteligencia artificial y otras tecnologías con el fin de encontrar y eliminar de sus sitios contenido no deseado.
Pero nadie está seguro de que esta inversión tenga un efecto positivo. A la larga, solo la decencia de los usuarios –actitud muy poco de moda—acabaría con el discurso de odio. ¿Estaremos preparados para eso?