El prefecto del Dicasterio para las Comunicaciones Sociales habló en la conferencia «Illuminaire. Nurturing Digital Stewardship», que se celebra hoy y mañana en Bangalore (India): “La cuestión es si el desarrollo de la inteligencia artificial en la comunicación puede ayudarnos a ser más humanos y cómo hacerlo o empujarnos a degradar nuestra humanidad»
(vaticannews.va/es/).-Estoy muy feliz de estar hoy aquí en Bangalore en esta conferencia de transformación cuidadosamente organizada. Vivimos en una época de transición. Se está produciendo una revolución en la comunicación. Debemos compartir cada idea y cada esfuerzo para dar forma a nuestro tiempo. Este es nuestro momento.
Como escribe el Papa Francisco, citando al filósofo y teólogo italiano Romano Guardini: no vivimos en un tiempo; somos nuestro tiempo. Somos nosotros quienes le damos forma. A través de lo que hacemos y a través de lo que no hacemos. No se trata sólo de navegar en el mar digital. El mar digital no existiría sin nosotros. Las redes sociales no existirían sin las personas.
La inteligencia artificial no existiría sin datos. Y esos datos somos nosotros, nuestra vida. La verdad no existe si no se dice o se niega.
Depende de nosotros dar forma al mundo y hacerlo compartiendo la verdad, la bondad y la belleza. Compartir es la palabra clave.
Nosotros – juntos aunque distantes -, nosotros – miembros unos de otros – podemos ser la red más grande para compartir historias y acciones, verdades y relaciones basadas en la verdad. ¿Somos capaces de contar historias hoy?
¿Somos capaces de abordar este crecimiento exponencial y extraordinariamente útil, pero, al mismo tiempo, potencial y aterradoramente peligroso, de los sistemas de inteligencia artificial sin perder nuestra humanidad y, de hecho, sin volvernos más maduros como seres humanos?
La pregunta es si y cómo el desarrollo de la inteligencia artificial en la comunicación puede ayudarnos a ser más humanos o empujarnos a degradar nuestra humanidad.
Y también cómo esta herramienta hará que las relaciones entre las personas sean más fuertes y verdaderas y las comunidades más cohesionadas… y cómo aumentará la soledad de quienes ya están solos, privándonos a cada uno de nosotros de la calidez que sólo la verdadera comunicación puede ofrecer.
La cuestión es si el objetivo final es permitir una vida cada vez más plena a cada ser humano o si por el contrario se ha convertido en una exigencia de estandarización, normalización y control de la irrepetibilidad de cada historia.
La cuestión radica en la posibilidad o imposibilidad de trabajar de tal manera que la inteligencia artificial aporte una mayor igualdad y no cree nuevas castas, nuevas clases basadas precisamente en el dominio de la información, aceptando como inevitables nuevas formas de explotación y desigualdad, basadas en la posesión de algoritmos y en la extracción de datos de la mina inagotable de nuestras vidas.
Se trata de establecer reglas y límites o no; por ejemplo, sobre los algoritmos de indexación y desindexación de los motores de búsqueda capaces de exaltar o borrar personas y opiniones, historias y culturas, según criterios ajenos a la verdad.
Por tanto, la cuestión fundamental concierne a los humanos, no a las máquinas, a la relación entre humanos, no a los algoritmos.
Y no es una pregunta abstracta. Realmente se trata de nuestras vidas, nuestra libertad y nuestro libre albedrío. Se trata del poder de quienes controlan los sistemas de cálculo, se trata de la relación entre quienes calculan y aquellos que, a pesar de sí mismos, son calculados, se trata de los criterios de cálculo, se trata de la frontera entre lo que se puede y lo que no se puede calcular, porque No es un número, porque es único, porque es infinito.
¿Estamos preparados para este desafío?
Todos sabemos la importancia de los medios para sacar lo mejor de cada persona.
La comunicación puede ser la herramienta para construir un mundo mejor; o puede seguir fomentando malentendidos, resentimientos y enemistad.
No hay inversión demasiado grande cuando se trata de difundir la verdad y generar una dinámica de bien en nuestra narración.
Conozco algunos de los muchos desafíos que enfrentan en la India como comunicadores de la Iglesia. Os repito las palabras que el Santo Padre nos dice cada día: no os desaniméis.
Estamos todos en el mismo barco.
En el centro de la reforma de los medios de comunicación que llevó al Santo Padre a crear el Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede está la necesidad de sinergia y colaboración.
Y hoy estoy aquí para apoyar y fomentar esta sinergia y colaboración.
Un ejemplo de ello es esta misma conferencia.
Depende de nosotros comprometernos firmemente a construir una comunicación basada en las relaciones y la humanidad para contrarrestar el virus de la división.
Una comunicación basada en una red que es a la vez global y local. Digitales y reales.
En una época en la que muchos se sienten tentados a construir una nueva Torre de Babel, estamos llamados a servir a este milagro de unidad en la diversidad.
Tenemos que ayudarnos unos a otros para que funcione.
Ha llegado el momento de hacerlo.
La comunicación digital nos permite estar conectados de una manera sin precedentes. Tener a los jóvenes a bordo como protagonistas.
Confío en que esta conferencia ofrecerá caminos viables para crear una comunidad, una plataforma para el intercambio y la colaboración mutuos.
Este es el campo de vuestro testimonio, como comunicadores, como red de comunicadores religiosos. Por eso estamos aquí.