(signisalc.org).-La vivencia religiosa se funda a partir de una experiencia personal, pero eso no significa una forma egoísta de ver la religión y, mucho menos, de vivirla. El Papa emérito Benedicto XVI, en su carta encíclica Deus Caritas Est, afirma que «al inicio del ser cristiano, no hay una decisión ética o una gran idea, sino el encuentro con un acontecimiento, con una persona que da a la vida un nuevo horizonte y, de esta forma, el rumbo decisivo». (Cf. Benedicto XVI, Carta encíclica Deus Caritas Est, n. 1) Este encuentro con una persona lleva a una experiencia comunitaria, de apertura a los otros, de compartir, de integración, de escucha. En suma, estar en relación. Esta es una constatación antropológica, sociológica, religiosa y, sobre todo, digital. Tal vez podríamos enumerar otros tantos atributos que son esenciales para la vivencia comunitaria. Incluso los que viven de manera ermitaña mantienen su pertenencia espiritual al grupo que siguen y con el que confiesan su fe. Estar en relación: este es el punto de partida para la búsqueda del bien común off line y on line. En otras palabras, ser red en la red.
Las redes sociales siempre fueron espacio para la experiencia comunitaria, de apertura a los otros, de compartir, de integración, de escucha. Esta es la experiencia que vivimos en los diferentes grupos en los que estamos insertos – familia, barrio, comunidad. En los medios sociales, aunque haya la formación de burbujas sociales e ideológicas, el principio de una red permanece. En esta serie de hilos que se entrecruzan, que se tocan, que dejan un poco de sí y reciben un poco de los demás, la Iglesia necesita reconocer un espacio privilegiado para evangelizar. En el mensaje para la 47ª Jornada Mundial de las Comunicaciones en 2013, el entonces Papa Benedicto XVI afirma que «el ambiente digital no es un mundo paralelo o puramente virtual, sino que forma parte de la realidad cotidiana de muchas personas, especialmente de los más jóvenes. Las redes sociales son el fruto de la interacción humana, pero, a su vez, dan nuevas formas a las dinámicas de la comunicación que crea relaciones: por eso una solícita comprensión por este ambiente es el prerrequisito para una presencia significativa dentro del mismo. Benedicto XVI, Mensaje para la 47ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 2013)
Sin embargo, esta presencia digital no puede ser hecha de manera ingenua. El mundo superconectado, así como el ambiente urbano, está rodeado de desafíos antiguos y nuevos, que a su vez alcanzan fuertemente la evangelización. Las transformaciones por las cuales la sociedad pasa constantemente puede ser iluminada por esta reflexión del Papa Francisco: «El individualismo posmoderno y globalizado favorece un estilo de vida que debilita el desarrollo y la estabilidad de los vínculos entre las personas y distorsiona los vínculos familiares. La acción pastoral debe mostrar aún mejor que la relación con nuestro Padre exige y alienta una comunión que cura, promueve y fortalece los vínculos interpersonales. «(Cf. Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 67)
Curar, promover y fortalecer los vínculos interpersonales deben ser presupuestos para la práctica del bien común. A la luz del Catecismo de la Iglesia Católica, bien común puede ser entendido como “el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1906). Además, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia Católica presenta que «la persona no puede encontrar plena realización solamente en sí misma, prescindiendo de su ser» con «y» por los «otros» (cf. 165). Es decir, la búsqueda del bien común está intrínsecamente ligada al ser persona, al ser religioso, al ser social y, consecuentemente, al ser red en las redes.
En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo utiliza una expresión muy cara en dos de sus cartas. En Romanos 12,5 presenta que «así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, y todos miembros unos de otros». En Efesios 4,25 dice: «Por lo cual, despreciando la mentira, hablad la verdad cada uno con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros. Esta cita, incluso, es la línea maestra del mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales en 2019. El pontífice rescata y resalta la dimensión comunitaria de nuestra fe, que no puede ser olvidada en la virtualidad. La relación de cuerpo y miembros, de unos y otros, agita hacia nuestra identidad – somos seres únicos creados a imagen y semejanza de Dios – y para nuestra alteridad – somos creados para vivir en comunión, para relacionarnos con un «otro yo mismo» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1943)
Para la vivencia cotidiana y actual de nuestra fe, no podemos olvidar que el ambiente digital potencializa la acción evangelizadora y la búsqueda del bien común en la medida en que ofrece alternativas de presencia, de democratización y de participación. Es necesario «asumir todas las consecuencias de la conectividad (no sólo tecnológica) de la propia Iglesia, entendida como «comunidad de comunidades evangelizadas y misioneras» (Documento de Aparecida, 2007, 99e). Es necesario entender y vivenciar también la propia Pastoral de la Comunicación dentro de una amplia y diversa «red de pastorales», favoreciendo que la Iglesia ponga en práctica la misión confiada por Jesús a su Iglesia «. (SBARDELOTTO, Moisés. El verbo se hizo red, São Paulo: Paulinas, 2017, p.357)
Así, “Cuanto más cohesionada y solidaria es una comunidad, cuanto más está animada por sentimientos de confianza y persigue objetivos compartidos, mayor es su fuerza”. (Francisco, Mensaje para la 53ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 2019) ¿Qué podemos, entonces, esperar del comunicador cristiano en las redes? ¿O qué competencias y habilidades necesita desarrollar para practicar el bien común?
1 – Valorar a la persona humana: Este presupuesto sobrepasa diversas realidades de nuestra convivencia, como la esfera política, social y sobre todo la religiosa. Valorar y defender la vida está en el centro del Evangelio y de la práctica de Jesús. «No es posible amar al prójimo como a sí mismo y perseverar en esta actitud sin la firme y constante determinación de empeñarse en favor del bien de todos y de cada uno, porque todos somos verdaderamente responsables de todos.» (Cf. Juan Pablo II, Carta encíclica Sollicitudo rei socialis, 38)
2 – Comunicar en la perspectiva en la cultura del encuentro: El llamado recurrente del Papa Francisco, desde el inicio de su pontificado, es una estrategia poderosa para la búsqueda y la construcción del bien común. «En este tiempo en que las redes y demás instrumentos de la comunicación humana alcanzaron progresos inauditos, sentimos el desafío de descubrir y transmitir la ‘mística’ de vivir juntos, mezclarnos, encontrarnos, de tomarnos de los brazos, apoyarnos, de participar en esta marea un poco caótica que puede convertirse en una verdadera experiencia de fraternidad, en una caravana solidaria, en una santa peregrinación. De este modo, las mayores posibilidades de comunicación se traducirán en más posibilidades de encuentro y solidaridad entre todos. Si pudiéramos recorrer este camino, ¡sería bueno, tan sanador, tan liberador, tan esperanzador! Salir de sí mismo para unirse a otros hace bien. «Encerrarse en sí mismo es probar el amargo veneno de la inmanencia, y la humanidad saldrá perdiendo con cada opción egoísta que hagamos.» (Papa Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, núm. 87)
3 – Promover una comunicación cercana, participativa y solidaria: No podemos temer mirar a los ojos del otro, no podemos temer la presencia. La Iglesia debe ser especialista en humanidad y como ya expresó varias veces el Papa Francisco, antes de la comunicación técnica, la comunicación más importante es la humana. «Quien comunica se hace prójimo. Y el buen samaritano no sólo se hace prójimo, sino que cuida al hombre que encuentra casi muerto al lado del camino. Jesús invierte la perspectiva: no se trata de reconocer al otro como un yo semejante, sino de mi capacidad para hacerme semejante al otro. Por eso, comunicar significa tomar conciencia de que somos humanos, hijos de Dios. Me agrada definir este poder de la comunicación como «proximidad». (Mensaje del Papa Francisco para la 48ª Jornada Mundial de las Comunicaciones, 2014)
4 – Promover el diálogo: La intolerancia, la agresividad y la polarización son situaciones que han marcado negativamente nuestros tiempos, principalmente en el ambiente digital. Sin embargo, no pueden paralizar al comunicador cristiano en la práctica del bien común. Es en este espacio que debe ser un verdadero evangelizador – aquel que lleva el Evangelio, la Buena Nueva -, un promotor del diálogo eficaz y fecundo. «Hay una palabra que nunca debemos cansarnos de repetir y, sobre todo, de testimoniar: diálogo. Descubriremos que abrirse al prójimo no empobrece nuestra mirada, sino que nos hace más ricos porque nos lleva a reconocer la verdad del otro, la importancia de su experiencia y la base de lo que él dice, hasta cuando esconde tras de sí actitudes y opciones que no compartimos. Un encuentro verdadero implica la claridad de la propia identidad, pero al mismo tiempo la disponibilidad a ponerse en el lugar del otro para comprender, por debajo de la superficie, lo que agita su corazón, lo que busca verdaderamente. De este modo podemos iniciar ese diálogo que hace progresar en el camino hacia nuevas síntesis que enriquecen los unos a los otros. Este es el desafío ante el que se encuentran todos los hombres de buena voluntad. «(Papa Francisco, Mensaje con ocasión del 37º Encuentro para la amistad entre los pueblos, 2016)
5 – Tener apertura al Espíritu: Para el comunicador cristiano, nunca está por demás clamar al Espíritu Santo para que venga en auxilio de su debilidad (Rm 8,26) y le muestre el verdadero camino para comunicar. «La comunicación no es simplemente una acción externa, técnica y sistemática. Toda comunicación en la fe es fruto de la inspiración, y su naturaleza está enraizada en el don creativo del Espíritu Creador que permeaba desde el principio la obra de la creación. «(Directorio de Comunicación de la Iglesia en Brasil, 60)
6 – Mostrar el rostro misericordioso y caritativo de la Iglesia: Esta debe ser una preocupación constante. Ante la tempestad de malas noticias, y también de las fake news, la caridad debe ser un compromiso. «Cuando el empeño por el bien común es animado por la caridad, tiene una valencia superior a la del compromiso simplemente secular y político. […]La acción del hombre sobre la tierra, cuando está inspirada y sustentada por la caridad, contribuye a la edificación de esa ciudad de Dios universal hacia la cual avanza la historia de la familia humana. En una sociedad en vías de globalización, el bien común y el esfuerzo por él, han de abarcar necesariamente a toda la familia humana, es decir, a la comunidad de los pueblos y naciones, dando así forma de unidad y de paz a la ciudad del hombre, y haciéndola en cierta medida una anticipación que prefigura la ciudad de Dios sin barreras.» (Papa Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas in Veritate, n.7)
Todos estos pasos serán más auténticos y plenos en la medida en que vayan acompañados de un profundo testimonio de comunión. Ser red en las redes es retomar, en la esencia del Evangelio, la expresión de Jesús, «en esto conocerán todos que sois mis discípulos: si os amáis los unos a los otros» (Jn 13, 35) o las palabras de un pagano, «ellos testimonian un modo de vida admirable y, sin duda, paradójico» (cf. Carta a Diogneto, cap. V). Y después de estas reflexiones, nada más válido que las palabras del propio Papa Francisco al cerrar el mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones para este año: «abrir el camino al diálogo, al encuentro, a la sonrisa, al cariño… Esta es la red que queremos: una red hecha, no para capturar, sino para liberar, para preservar una comunión de personas libres.» Que, libres, podamos liberar. Que, amados, podamos amar. Y que, de la mano, podamos «ir del like al amén».