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Semana de Cinema espiritual
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Las llaves de casa
En la debilidad está la fortaleza
Director: Gianni Amelio.
Países: Italia, Francia y Alemania.
Interpretación: Kim Rossi Stuart (Gianni), Charlotte Rampling
(Nicole), Andrea Rossi (Paolo), Alla Faerovich (Nadine), Pierfrancesco
Favino (Alberto), Michael Weiss (Andreas), Barbara Koster-Chari,
Anita Bardeleben (Doctora), Bernd Weikert (Policía), Thorsten
Schwarz.
Guión: Gianni Amelio Sandro Petraglia y Stefano Rulli.
Producción: Elda Ferrii Enzo Porcelli.
Música: Franco Piersanti.
Fotografía: Luca Bigazzi.
Montaje: Simona Paggi.
Diseño de producción: Giancarlo Basili.
Vestuario: Piero Tosi y Cristina Francioni.
Estreno en Catalunya: 07.10.05 |
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Gianni Amelio reúne en Las llaves de casa dos argumentos clásicos
del cine espiritual: la paternidad con la filiación por un lado,
y por otro la fortaleza con la debilidad.
La imagen del padre es un tema recurrente en el cine, así desde
la entrañable "El Chico" (1921) de Charlie Chaplin hasta la trágica
"El regreso" (2003) Andrey Zvyagintsev el recorrido podría ser
inabarcable. Recordemos algunos títulos recientes tales como "En
el nombre del padre" (1993) de Jim Sheridan, "Big Fish" (2003)
de Tim Burton o "Las invasiones bárbaras" (2003) de Denys Arcand.
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En todos ellas hay un configuración de la filiación desde la recuperación
de la paternidad. No en vano Levinas, insistió en que la relación
fundamente, no era tanto la reciprocidad complementaria de hombre-mujer,
sino la maternidad/paternidad de la responsabilidad ilimitada.
Por otra parte el tema de la discapacidad ha sido habitual en
el cine. Recordemos al Dustin Hoffman en "Raiman"(1988), a Robert
De Niro en "Despertares"(1990) o a Daniel Day Lewis en Mi pie
izquierdo de Jim Sheridan. También se ha preocupado el cine de
mostranos esta experiencia en niños y jóvenes entrañables como
en "La ducha" (1999) de Zhang Yang, o en "Un mundo a su medida"
(1988) Peter Chelson. |
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Sin embargo, Amelio
ha dado un paso más y ha generado su película desde la experiencia
de un muchacho de quince años, Andrea Rossi, afectado de serias
limitaciones motóricas y de expresión. A través de este joven
actor el director ha plasmado la inspiración que le produjo la
lectura de "Nacido dos veces" (Salamandra, 2002) de Giuseppe Pontiggia.
Un libro que narra el testimonio personal de un padre que acompaña
durante 30 años la enfermedad de su hijo discapacitado.
El resultado será profundamente significativo y marcadamente poético.
Veamos, las llaves de casa, nos explica el director, son el trofeo
que el adolescente consigue cuando sus padres le conceden la suficiente
autonomía. Y de eso se trata de tener la clave para abrir la casa.
Y la película nos muestra un doble itinerario para conseguir estas
llaves. El camino de un joven que avanza con renqueante esfuerzo
y se expresa con seria limitaciones pero que ama plenamente la
vida. Y el camino de un padre que no ha encontrado todavía la
dignidad y el coraje para sostenerse. Dos minusválidos que se
reúnen tras quince años.
Paolo nace enfermo, su madre muere en el parto y su padre huye
incapaz de asumir semejante responsabilidad. Unos tíos han sido
los padres de adopción y con motivo de una operación ortopédica
reclaman la ayuda del padre para que acompañe al muchacho a Berlín.
Aquí comenzará un viaje que nos llevará hasta Noruega buscando
un amor luminoso de Paolo y que terminará en un sorprendente encuentro.
La película tiene una ambientación cercana al documental pero
contrastada por la belleza de la fotografía (Luca Bigazzi) y la
música (Franco Piersanti). Avanza desde el contaste del Berlín
claustrofóbico del hospital a los cielos abiertos de Noruega.
Construida sobre la base de las interpretaciones tiene en la espontaneidad
de Andrea Rossi uno de los pilares del dueto. El esfuerzo del
director por conducir el guión y captar las improvisaciones del
joven marca la ambivalencia de la frescura y una cierto vagabundeo
que si comienza sorprendiendo termina por convencer. A su lado
Kim Rossi Stuart interperta a Gianni, un con sentimientos encontrados,
en ocasiones un tantos rígidos, pero con suficiente trasparencia
emocional. En el contrapunto Charlotte Rampling da vida a Nicole,
una madre que ha consumido su vida en el cuidado de su hija seriamente
incapacitada. La interpretación de su sufrimiento silencioso y
sonriente es excepcional.
La cuestión central se define en la misteriosa cercanía entre
la vida y el sufrimiento. El padre se avergüenza de su paternidad,
"no es mi hijo". Y esta negación le enfrenta a un profundo dolor.
Sin embargo, el hijo acepta son ingenuidad y alegría el valor
de una vida renqueante, pero maravillosamente viva. En el medio,
como guía, Nicole ha aprendido en el sufrimiento a sonreír, en
la renuncia a vivir. |
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Sobrepasando el melodrama, Amelio
nos enfrenta a la madurez de la paternidad en el arrepentimiento.
"No es algo bello que llores", con esta palabra se comunica el
perdón y la fuerza del que nacido de la debilidad tiene la fortaleza.
Esta fuerza misteriosa, inesperada, humana y sobrehumana, natural
y sobrenatural es la gracia hecha humanidad. O en las palabras
paulinas "en la debilidad está nuestra fortaleza". Así pues, el
aprendizaje de la paternidad se realiza en la vida, gozada y sufrida
plenamente, siendo acogido y perdonando pero también aprendiendo
a "cargar" con el otro.
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