ROMANO GUARDINI,
UNA VIDA CONSAGRADA A LA VERDAD
I
La nueva imagen de Romano Guardini
En las décadas de 1950 y 1960, Guardini llenaba todo Munich, y era considerado como un referente en Alemania y Austria. Su magisterio empezaba a extenderse por otros países, que se apresuraban a traducir sus obras más significativas.
Tras el Concilio Vaticano II (1962-1965), otros autores pasaron a primer plano y la estrella de Guardini pareció apagarse. Pero desde hace unos años, vuelve a cobrar vigencia en muchas naciones, pues se trata de un autor "clásico", que supera las barreras del tiempo y del espacio y nos entusiasma en todo momento con lo bueno, lo noble, lo bello y lo justo, valores eminentes que buscó durante toda su vida con tenacidad inaccesible al desaliento.
Esta búsqueda nos impresiona hoy tanto más cuanto que -según revelan sus escritos póstumos- Guardini vivió sometido a constantes pruebas: primero, la inseguridad en el trabajo y la falta de un hogar propiamente dicho; luego, el cerco asfixiante impuesto por los nacionalsocialistas, que lo privaron de su cátedra berlinesa y del castillo de Rothenfels -centro de encuentro del Movimiento de Juventud-; en todo tiempo, penosas enfermedades, y al final graves carencias: pérdida gradual del oído y la memoria. Si a esto se añade el carácter convulso de la sociedad que rodeó a Guardini en sus años de mayor actividad (1939-1950), nos asombraremos al ver su firme trayectoria como catedrático de universidad, guía de la juventud y publicista religioso...
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