UN MÉTODO PARA HUMANIZAR LA EMPRESA I
Alfonso López Quintás
“Según la opinión casi unánime de creyentes y no creyentes,
todo lo que existe en la tierra debe ordenarse al hombre
como su centro y su culminación”
(Concilio Vaticano II: Gaudium et spes, nº 12)
El método que voy a presentar en esta breve serie de artículos sobre la humanización de la empresa ofrece una clave sencilla y precisa para seguir, en la vida empresarial, la vía de la excelencia. En la actualidad, se difunde con empeño la idea de que “la ética es rentable para la empresa”. Se elaboran códigos deontológicos, se dan prescripciones, se eligen las empresas que mejor cumplen los criterios de excelencia… Todo ello presenta sin duda interés, pero no resulta plenamente eficaz si los directivos de la empresa y sus colaboradores no cambian de actitud; de la actitud propia del nivel 1 a la propia del nivel 2. El nivel 1 es el de los objetos, realidades que podemos legítimamente poseer, manejar, poner a nuestra disposición. El nivel 2 está constituido por las realidades que nos exigen una actitud de respeto, estima y colaboración1.
El cambio de la actitud propia del nivel 1 a la del nivel 2 no debe forzarse desde el exterior. Ha de surgir en la interioridad de cada uno. Si se sugiere la necesidad de realizar dicho cambio, es posible que alguien se decida a ello. Para llevarlo a cabo, necesita cumplir varias condiciones:
1. La primera es superar diversos prejuicios respecto al modo como nos desarrollamos en cuanto personas. En estos artículos realizaremos esa tarea con todo cuidado y precisión.
2. Se afirma hoy a menudo que “la ética es rentable para la empresa”, pues a) la lleva a un nivel elevado en cuanto al logro de beneficios; b) nos permite lograr una cultura de la empresa altamente beneficiosa para incrementar su prestigio y garantizar su buena marcha en diversos órdenes; c) consigue perfeccionar a sus colaboradores en cuanto personas (niveles 2 y 3). Nada más cierto, pero, si queremos comprender a fondo la fecundidad para la empresa de una actitud éticamente valiosa, hemos de atender por igual a esas tres razones y no reducirlas a la primera, perteneciente al nivel 1. Para evitar esta unilateralidad, necesitamos dotar a nuestra inteligencia de las tres condiciones propias de la madurez: largo alcance, amplitud y profundidad. Esta tarea es realizada de forma sistemática por la “Escuela de Pensamiento y Creatividad”, proyecto formativo consagrado desde hace años al cultivo del arte de pensar con la debida precisión (véase www.escueladepensamientoycreatividad.org).
3. La inteligencia madura asume cuanto hay de positivo en los estudios actuales sobre la forma óptima de desarrollar la empresa al máximo e intenta darles una fundamentación firme, sugestiva y asumible por toda persona de cultura media . Tal fundamentación sólo es posible si se cuenta con un “pensamiento relacional”, atento a las realidades que no son simples, sino “polifónicas”, es decir: nudos de relaciones, como sucede con la persona humana y con la empresa. Ese pensamiento relacional procuramos ejercitarlo de forma bien articulada en las obras y cursos que constituyen la “Escuela de Pensamiento y Creatividad”.
4. Quien lea con atención los artículos de esta serie advertirá rápidamente que se le ofrece una nueva forma de ver la vida, una forma más penetrante y abierta, capaz de aunar aspectos de la actividad empresarial aparentemente opuestos...
[1] Una descripción breve y clara de los ocho niveles de realidad y de conducta –cuatro positivos y cuatro negativos- se ofrece en mi obra Descubrir la grandeza de la vida, Desclée de Brouver, Bilbao 2009.
(descargar artículo completo)