El cuerpo humano y su alto rango
Alfonso López Quintás
Para defender un proyecto de ley proabortista, cierto ministro de Justicia condensó su razonamiento en esta frase: “La mujer tiene un cuerpo y hay que darle libertad para que disponga de él y de cuanto en él acontezca”. A primera vista, parece un razonamiento lógico y concluyente. Si lo analizamos con un método bien aquilatado, descubrimos la profunda razón que ha llevado a la mejor Antropología Filosófica a pulverizarlo desde hace casi un siglo. El uso del verbo tener es adecuado para expresar relaciones de posesión, que sólo tienen sentido respecto a objetos. Yo puedo tener un ordenador, una finca, una casa, un traje... Pero no tengo cuerpo; soy corpóreo. Si queremos descubrir el abismo que media entre ambas expresiones, debemos afinar la sensibilidad para adivinar el modo de ser de las realidades que parecen objetos pero superan la condición de tales. Para lograrlo, debemos cambiar la mentalidad “objetivista” por otra “relacional”.
Paso de las realidades cerradas a las realidades abiertas
Este cambio implica convertir las realidades cerradas en realidades abiertas. Cerrado es un objeto que está ahí sin tener relación alguna conmigo; por ejemplo, una tabla cuadrada que veo en el taller de un carpintero. Si pinto en ella cuadraditos en blanco y negro, convierto la tabla en tablero. He aquí una primera transformación. La tabla se convierte en realidad abierta porque me ofrece posibilidades para jugar en ella al ajedrez o a las damas. El tablero tiene un rango superior a la tabla. Es una realidad que se abre a nosotros y nos ofrece posibilidades para hacer juego: crear jugadas, tender a una meta, ejercitar la imaginación. Por ser una realidad abierta y abarcar cierto campo, podemos llamarle ámbito de realidad, o sencillamente ámbito.
Con la tabla puedo hacer lo que quiero: venderla, canjearla, manejarla a mi antojo, porque es una realidad delimitable, pesable, agarrable, situable en un lugar o en otro. Con el tablero en cuanto tal, es decir, en cuanto estoy jugando en él un determinado juego, no debo actuar arbitrariamente: he de respetar las normas que dicta el reglamento. Si convenimos en que la tabla como objeto pertenece al nivel 1, el tablero –como campo de juego- pertenece al nivel 2. Ya hemos descubierto dos tipos de realidades –objetos y ámbitos- y dos actitudes distintas respecto a ellas: la de simple manejo y la de colaboración respetuosa...
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