LAS SINRAZONES DEL ABORTO XIV
El respeto incondicional a la vida:
pilar básico de la sociedad
Alfonso López Quintás
De la Real Academia Española
de Ciencias Morales y Políticas
Nada hay más peligroso en una democracia que el abuso estratégico del lenguaje con fines de manipulación de la opinión pública. El lenguaje posee recursos suficientes para orientar a capricho la trayectoria intelectual de las gentes poco avezadas a cuestiones metodológicas. No es difícil, si se movilizan con cierta astucia demagógica los recursos estratégicos del lenguaje, dominar intelectualmente a un pueblo. Pero lo que se tiene en un puño tras la manipulación ya no es un pueblo, sino una masa, un montón amorfo de individuos carentes de estructura. La masa está a merced de los afanosos de poder. La masa es un pueblo en estado de extremo desvalimiento. De ahí que constituya un contrasentido afirmar que se intenta favorecer a las gentes y movilizar para ello un lenguaje que utiliza la unilateralidad como arma estratégica.
Necesidad de abordar los problemas de forma integral
Frente a los planteamientos unilaterales, se impone un análisis integral de la cuestión del aborto.
El que defienda cualquier tipo de despenalización del aborto está obligado a demostrar que éste no constituye un tipo de delito que deba ser sancionado por el Estado con el fin de velar por los bienes básicos del pueblo. No basta montar una campaña de desprestigio de los adversarios de tal medida. Algunas argumentaciones de éstos debieran, sin duda, estar articuladas con mayor precisión. Aunque este fallo se diera en todas, ello no eximiría a los proabortistas de la obligación antedicha.
El Estado debe velar por la conservación de todo aquello que constituye un bien inalienable de la sociedad. Los bienes mayores son aquellos que hacen posible la existencia de los hombres porque constituyen los pilares en que se asienta la vida en común. Uno de estos pilares es el respeto incondicional a la vida humana.
Como sucedió en muchos otros aspectos de la existencia del hombre, también en éste se dio un proceso de maduración. A lo largo de los siglos, la Humanidad ha ido depurando su concepto de lo que es la vida humana, el enigma impresionante de su origen y sus virtualidades de todo orden. Este ahondamiento se tradujo en un respeto absoluto a la vida y la consiguiente renuncia a disponer de ella, aun en el caso de personas que atentan contra la misma. La tentación de disponer de la vida humana, de ejercer sobre ella alguna forma de manipulación es tanto mayor cuanto más alto es el grado de conocimiento técnico.
Es urgente poner límites a la libertad de maniobra
Son numerosos y muy cualificados los pensadores que desde hace algunos años subrayan la necesidad de dotar a la humanidad de un antídoto contra la voluntad de manipulación. La gran barrera frente a este riesgo es la actitud de respeto incondicional, absolutamente inquebrantable, hacia la vida humana. Si se aceptan como válidas algunas razones para dispensar al hombre de tal actitud, se abre una brecha en dicha barrera, y el hombre queda inerme frente a la creciente ansia de dominio.
Téngase en cuenta que la voluntad de seguridad, de dominio, de bienestar y goce va en aumento, y para ser saciada se requiere libertad de maniobra. Si no se marcan juiciosamente los límites de tal libertad, para hacer posible la auténtica libertad -que es la libertad para la creatividad-, los hombres más débiles sucumbirán a lo que se ha dado llamar el «estado de necesidad» de los más fuertes y ambiciosos.
Si la despenalización del aborto encierra este riesgo, lo lógico es poner en juego todos los recursos de que dispone hoy la humanidad para solucionar los problemas que plantea a veces la concepción. Resulta sorprendente que personas inteligentes, que no pueden ignorar los peligros abismales que entraña el afán de manipulación, propongan como única salida el aborto, sin aludir siquiera a la existencia de otras posibilidades de solución que no presentan riesgos y ofrecen inmensas ventajas...
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