EL SENTIDO PROFUNDO DEL JUEGO Y LA FIESTA I
Revalorización actual del juego
Alfonso López Quintás
“El jugar ha sido considerado desde tiempos antiguos como un cierto
símbolo del vivir. El lenguaje está lleno de referencias que lo atestiguan.
Así, la fiesta –la vida en su esencia- es un cierto juego; se juega uno la vida
en esto o aquello; se pone en juego la fortuna; en diversos idiomas hacer
sonar la música –una profunda expresión de la vida- se dice jugarla;
no entrar en un negocio o asunto cualquiera es ´no entrar en ese juego´;
se da el juego del amor –nuevo término que esencializa la vida-; el juego
político; hacer teatro y liturgia es un juego–la vida como representación-…”
(Rafael Alvira: “La pasión de jugar”, en Humanitas, nº 6, p. 239)
Desde tiempo remotos se cultivó el juego con la mayor seriedad, como algo creativo y altamente significativo para la vida de personas y pueblos. Pero en los últimos tiempos se tendió a considerarlo, sobre todo, como una diversión. Los juegos olímpicos intentaron, con cierto éxito, recobrar el espíritu de los fundadores helenos. Pero el concepto de juego siguió profusamente unido con la idea de un mero pasatiempo.
A partir del primer cuarto del siglo pasado se comenzó a revalorizar la actividad lúdica y llegó a considerarse como una forma de juego la fiesta, el estudio, el trabajo, incluso la liturgia católica1. A mi entender, esta posición estuvo inspirada por una intuición profunda: el juego es una actividad creativa que promueve nuestro desarrollo en diversos órdenes. Por esta profunda razón, el juego desempeña un papel decisivo en nuestro proceso de maduración personal. A ello se debe que el estudio profundo del juego nos dé pistas muy sugestivas para la renovación de los métodos educativos.
Actualmente, se destaca la importancia del juego en varias vertientes: deportiva, estética, pedagógica, lingüística, litúrgica, filosófica, incluso teológica. Los libros de E. Fink2 H. Cox3, F. G. Jünger4, H. Rahner5 y J. Moltmann6 han revitalizado últimamente un tema cuya importancia habían planteado brillantemente hace años J. Huizinga7, R. Guardini8, E. d'Ors9 y F. J. J. Buytendijk10. La aplicación del concepto de juego a la teología produjo ciertas reacciones en contra, motivadas sin duda por la falta de una clarificación a fondo de lo que es y significa el juego, visto no como mera diversión sino como actividad creadora11.
Tanto en el nivel de la investigación intelectual como en el de la aplicación pedagógica es inaplazable analizar las características del juego, su interna estructura y su relación con las diversas modalidades de la existencia humana. Es el tema de mi obra Estética de la creatividad. Juego. Arte. Literatura12, investigación que inspira esta serie de artículos sobre el poder formativo de la actividad lúdica.
Para acotar nuestro tema de análisis, podemos afirmar que el juego es una actividad corpóreo-espiritual libre que crea, bajo unas determinadas normas y dentro de un marco espacio-temporal delimitado, un ámbito de posibilidades de acción e interacción, con el fin de alcanzar el gozo que este obrar proporciona, independientemente del éxito obtenido. El juego se realiza y configura a la luz que él mismo desprende. En un tablero de ajedrez, estructurado conforme a determinadas reglas, situamos unas figuras dotadas de un valor funcional preciso, e iniciamos el juego. Al mover cada figura, se abren una serie de posibilidades de ofensiva y contraofensiva. Cada nuevo movimiento de figuras altera el panorama de posibilidades operacionales. Esta alteración implica la apertura de unas posibilidades de acción y la obturación de otras. El alumbramiento de posibilidades de acción abre rutas, y en cuanto las abre funda sentido, da sentido a la acción realizada e ilumina el camino a seguir en la actividad posterior...
[1] Véase, por ejemplo, el conocido libro de Romano Guardini: El espíritu de la liturgia, Centre de Pastoral Litúrgica, Barcelona 2000. Versión original: Vom Geist der Liturgie, Herder, Friburgo de Brisgovia 1918, 191957.
[2] Cf Oase des Glücks. Gedanken zu einer Ontologie des Spiels, Munich 1957. Versión castellana: Oasis de la felicidad. Pensamientos para una ontología del juego, Centro de Estudios Filosóficos, UNAM, México 1966.
[3] Cf. Las fiestas de locos, Taurus, Madrid 1972. Versión original: The Feast of Fools. Essay on Festivity and Fantasy. Cambridge, Massachusetts. 1969.
[4] Cf. Die Spiele. Ein Schlüssel zu ihrer Bedeutung, Klostermann, Frankfurt 1953.
[5] Cf. Der spielende Mensch, Johannes, Einsiedeln 1952
[6] Cf. Sobre la libertad, la alegría y el juego, Sígueme, Salamanca 1972.
[7] Cf. Homo ludens, Alianza Editorial, Madrid 1970. Versión original: Homo ludens. Vom Ursprung der Kultur im Spiel (1938).
[8] Cf. El espíritu de la Liturgia Centre de Pastoral litúrgica, Barcelona 22000. Versión original: Vom Geist der Liturgie, Herder, Friburgo, 181918.
[9] Cf. El secreto de la Filosofía , Iberia, Barcelona 1947, p. 97. Sobre la importancia del fenómeno del juego en el pensamiento de Eugenio D'Ors puede verse mi obra El pensamiento filosófico de Ortega y D'Ors, Guadarrama (Labor), Madrid 1972, pp. 59 ss.
[10] Cf. Wesen und Sinn des Spiels. Das Spiel der Menschen und der Tiere als Erscheinungsform der Lebenstriebe, Berlín 1933.
[11] Cf. B. Mondin, «El juego como categoría teológica», en Los movimientos teológicos secularizantes, BAC, Madrid 1973, pp. 113-141.
[12] Cf. O. cit., Rialp, Madrid 31998.
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