EL SENTIDO PROFUNDO DEL JUEGO Y DE LAS FIESTAS VII
Alfonso López Quintás
El hombre actual se ve con frecuencia obligado a dedicar toda su capacidad de trabajo a realizar tareas que no tienen sino el valor de medio para un fin: sostenerse en la existencia. Esta desabrida atenencia a la dialéctica de medios y fines la quiebra felizmente el hombre al ponerse a jugar, es decir, a realizar actividades dotadas de interna normatividad, creadoras de campos de posibilidades y alumbradoras de sentido. La acción lúdica acrecienta la flexibilidad de espíritu en el hombre, y lo libera por cierto tiempo de esa implacable rueda dentada que es el entramado de medios y fines, en el cual desempeña un papel asignado por entidades que no ofrecen rostro.
La práctica del juego encierra un alto valor pedagógico. Pero apenas ejercería un papel liberador de la persona humana si quedara desvinculada de la actividad laboral cotidiana. Lo decisivo es conceder valor lúdico al trabajo, para que éste sea, como el juego, alumbrador de sentido, y haga posible una actividad creadora, libre y gozosa.
La conversión del trabajo en juego
Visto con la debida amplitud, el trabajo humano presenta unas características semejantes al juego. El hombre actúa sus potencias aplicándolas a las posibilidades que le ofrece la sociedad, la cual a su vez las asume en parte de las sociedades anteriores. Un trabajador actual puede tener las mismas potencias que otro de una época anterior, pero sus posibilidades reales de acción y creación son mayores, al estar mediacionado por los hombres que poseen cultura y tienen la capacidad de asumir y ampliar los campos de posibilidades que se han abierto a lo largo de la Historia.
Al conducir un avión, el piloto pone en juego unas potencias ensambladas dinámicamente en diversos campos de posibilidades. Estos campos no fueron alumbrados por él, sino asumidos a través de los profesores que le enseñaron la teoría y el arte de pilotar. Todo trabajador se halla inserto en campos de posibilidades, campos operacionales de libre juego que casi nunca conoce del todo pero que hacen eficaz su acción y la dotan de sentido. Esta acción encierra carácter lúdico, aunque su condición sea dura y parezca reducir a quien la realiza a un horizonte vital angosto. Para que el trabajador viva como lúdica su actividad laboral necesita captar en alguna medida este ensamblaje fecundo entre sus actos y los campos de posibilidades en que se halla inserto, entre su actividad cotidiana y el complejo cultural y económico que implica la entidad en la cual se realiza. Cuanto más campo laboral abarque y domine con su conocimiento y su poder de co-decisión, tanto mayor carácter de juego adquiere su trabajo y más se libera de la mera condición de medio para un fin...
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