Un método para humanizar la empresa II
LA EXPERIENCIA DE ENCUENTRO
Alfonso López Quintás
El cuidado en distinguir los diversos modos de realidad que existen y las diferentes actitudes que debemos adoptar respecto a ellos empieza a darnos luz para comprender acontecimientos muy significativos de nuestra vida. Las experiencias reversibles -de doble dirección- sólo se dan entre seres que tienen cierto poder de iniciativa. Por eso, si queremos vivir tales experiencias y beneficiarnos de su inmensa riqueza, debemos respetar las realidades circundantes en lo que son y en lo que están llamadas a ser. El que no respeta una realidad podrá tal vez dominarla (nivel 1), pero se condena a no poder fundar con ella una relación creativa (nivel 2). Es creativa una persona cuando recibe activamente posibilidades que le permiten dar origen a algo nuevo, dotado de gran significación para su vida. Cuando esas posibilidades se las otorga otra persona, tiene lugar el encuentro, en sentido riguroso.
El encuentro no se reduce a mera cercanía física; es el modo privilegiado de unión que establecemos con realidades dotadas de un singular poder de iniciativa. Un objeto lo puedo tocar, agarrar, manejar, comprar o vender, unirme a él de modo tangencial. Lo que no puedo es encontrarme con él. Y del encuentro depende la riqueza de nuestra vida, según nos enseñan la Biología y la Antropología actuales más cualificadas1. El encuentro puede darse entre una persona y un poema, una canción, el lenguaje, una obra literaria..., porque estas realidades nos ofrecen diversas posibilidades que podemos asumir. Tales formas de encuentro encierran un gran valor, como resalta en la declamación de un poema, la interpretación de una obra musical, la creación de vínculos a través del lenguaje, la participación en los ámbitos de vida que plasma una obra literaria... Pero el valor supremo lo ostenta el encuentro cuando es realizado por dos seres personales, pues las experiencias reversibles adquieren un grado especial de excelencia cuando se realizan entre realidades que gozan de un poder de iniciativa privilegiado en el universo.
Una persona, por ser corpórea, puede ser agarrada, movida de un lugar a otro, incluso zarandeada. Pero el cuerpo, aunque lo parezca a primera vista, no es un objeto; supera inmensamente la condición de objeto -nivel 1- porque es el medio expresivo de toda la persona. Merece el mismo respeto que ésta, pues se halla en el nivel 2. Esta forma de ver nuestra realidad humana opera una verdadera transfiguración en nuestra mente y nuestra actitud.
• Nos liberamos de la sumisión al espacio y descubrimos que una realidad distinta de nosotros se convierte a menudo en íntima, sin dejar de ser distinta. De esta forma, realidades que están fuera de nosotros en el nivel 1 se nos tornan íntimas en el nivel 2.
• Eso queremos decir al indicar que, en este nivel, los términos “dentro” y “fuera” dejan de oponerse para complementarse. Dos personas que se encuentran, en sentido riguroso, y crean, así, una forma auténtica de amistad no están la una fuera de la otra. Ambas se hallan insertas en un mismo campo de juego, en el cual el aquí y el allí, el dentro y el fuera no indican separación entre una realidad y otra, sino lugares distintos desde los cuales están participando en un mismo juego creador, es decir, colaborando al logro de una misma meta.
• Por el contrario, si, al tratar a una persona, sólo tomo en consideración su cuerpo y la reduzco a medio para mis fines, la rebajo de rango, la envilezco, le hago injusticia, soy violento con ella. Cada tipo de realidad nos pide una actitud adecuada.
• La actitud que debemos adoptar respecto a las personas no es la dominadora y posesiva –propia del nivel 1-, sino la respetuosa, generosa, colaboradora, servicial...-propia del nivel 2-, que es, justamente, la actitud reclamada por las realidades que tienen posibilidades que ofrecer, como sucede con una obra literaria o artística, un valor, una institución, una persona...
[1] Cf. Juan Rof Carballo: El hombre como encuentro, Alfaguara, Madrid 1973. Manuel Cabada Castro: La vigencia del amor, San Pablo, Madrid 1994.
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